En un país con tantos problemas por delante, como es nuestra querida República Dominicana, sería lógico pensar que todos sus habitantes deberían estar más que preocupados buscándole salida a la difícil situación.
Sin embargo, lo que vemos y oímos a nuestro alrededor son anuncios de grandes fiestas y conciertos con la participación de costosos artistas o conferenciantes de fama internacional, y entusiastas preparativos para la Navidad que se acerca.
No pretendo que nos entreguemos al derrotismo y nos pongamos a llorar. Pero me parece que debemos tomar conciencia de que tampoco estamos en un lecho de rosas. Más nos vale ser austeros y previsores, aún sea a costa de menos diversión y desenfreno.
Don Paco Escribano, aquel humorista tan celebrado en las décadas de los 40 y 50, empezaba a celebrar las navidades desde enero, y le quedaba bonito. Pero estos tiempos de ahora son otra cosa y requieren que pongamos los pies en la tierra, si queremos llegar con bien al año próximo.