Con la raíz del alma

Con la raíz del alma

Con la raíz del alma

Al cumplirse 181 años del nacimiento de Eugenio María de Hostos Bonilla, en Río Cañas, Mayagüez, Puerto Rico,; los dominicanos del presente honramos sus desvelos por nuestro pueblo.

Nada más oportuno que recordar las palabras que enviaría desde La Habana el general Máximo Gómez para el funeral de Hostos en Santo Domingo: Los dominicanos, que quizás tengamos muchos defectos, pero no somos ingratos, se han reunido alrededor de la tumba del Maestro…, ellos, mejor que nadie, escribirán la historia de aquel hombre ilustre, cuyo recuerdo no olvidaremos nunca.

Agradecidos, recordamos sus afanes por la educación del pueblo, la formación científica de la mujer, la construcción del ferrocarril como ejercicio de progreso, la lucha por la confederación de las Antillas, el desarrollo de una moral social basada en la razón, la propuesta de una ley de instrucción pública basada en el conocimiento científico, el desarrollo de valores éticos y morales y su compromiso con la soberanía de los pueblos antillanos.
Eugenio María de Hostos bordó la historia futura sobre el tejido de nuestras realidades.

Lo hizo con su peregrinar, con sus pies, su pluma, sus lágrimas, carencias y posiciones políticas radicales, diseñando una cartografía, que es todo lugar donde el derecho a las libertades de los seres humanos fueran ignoradas.

Las suyas fueron unas ideas políticas, que tienen, hoy en día, una vigencia asombrosa, dado que en su exposición de los factores de infortunio de nuestros pueblos, mal orientados desde los regímenes personalistas como patologías que obstaculizan verdaderas formas democráticas, las que para Hostos no eran posibles sin soberanía y como bienestar en los países de la América hispana.

Cualquiera pensaría que cuando dejó España alrededor de 1870 para adentrarse en el mundo americano, la época de las independencias había quedado atrás.

Empezó desde el Cono Sur hasta El Caribe y no dejaba de ver las situaciones que vivían estos pueblos entre Escila y Caribdis. Aquellos famosos monstruos mitológicos que nos describe Homero en La Odisea, los que posicionados en disputa atacaban las embarcaciones y había que navegar por la línea, para no ser devorados. Y así fue. América Latina se desangraba entre dos imperios, uno decadente y otro emergente.

Hostos siempre lo advirtió como lo hizo Simón Bolívar en su tiempo. Pero además de los monstruos exteriores, las sociedades latinoamericanas padecían de tres males que le hacían permanecer en estado convulso: en un presente de su siglo el XIX con sus propios conflictos y retos, un futuro donde las proyecciones del progreso material y del derecho de los seres humanos estaban limitadas por un pasado colonial que había heredado una cultura intangible y material que convertía a los pueblos y su gobiernos en difíciles redes de deconstrucción colonial para entrar en la modernidad civilizatoria.

A más tiempo que nos separa de la vida de Hostos, más sorprendentemente cercano a nosotros es su pensamiento. Seguirlo implica adentrarnos en las contradicciones, en el maremágnum de una complejidad del pensamiento que trasciende autores, escuelas de pensamiento, escritos políticos, periodísticos, epistolario, esferas de disciplinas científicas, de temporalidades, de límites y fronteras, como de lenguaje y cultura.

En virtud de ello, me gustaría retrotraer las ideas de Hostos a estos inicios del año 2022, tomando la naturaleza predictiva del maestro, especialmente cuando él identificaba los rasgos que debía tener la modernidad civilizatoria. Invitaba a todos los gobiernos del continente a ser ejemplos de sus representados, lo que es un poema fundamental de su pensamiento político, Gobernar es enseñar y no enseña más el que expone que el que practica una teoría, –decía.

Les hay los que creen que hostosianos son los fanáticos de un olvido, y quizás no se han preguntado en la lejanía temporal de esta segunda década del siglo XXI. ¿Acaso es fanatismo amar con la raíz del alma a quien nos amó con todo su ser?

*Por Luisa Navarro



El Día

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