Con la Iglesia hemos topado

En los últimos días he leído con interés la reacción de ciertos sectores de la derecha dominicana a las posiciones de la Conferencia del Episcopado Dominicano sobre el tema migratorio. Se han escandalizado porque ha cuestionado algunas de las medidas que las autoridades han tomado en los últimos meses. Específicamente, sus acciones en las maternidades.
Quienes critican la posición de la Iglesia sobre el tema insinúan que ésta abandona sus valores, que desprecia a la patria, o que ha perdido liderazgo. A mí, que soy ateo, pero no anticatólico, me causa cierta gracia que esos sectores —supuestamente cercanos a la Iglesia— tengan un desconocimiento tan absoluto de su naturaleza.
Y lo digo porque, aunque me ha tocado diferir de ella en debates públicos, no se me escapa que el conservadurismo de la Iglesia tiene una lógica distinta al reaccionarismo tan en boga en nuestros días. La Iglesia es una institución milenaria, que opera en la Tierra sometida a su entendimiento del mandato divino. Y ese mandato no es compatible con el uso despiadado del poder.
De hecho, la historia reciente de la Iglesia local demuestra cómo se ha protegido de quienes, desde dentro, intentaban encaminarla por esos senderos.
Incluso quienes tenemos diferencias importantes con la Iglesia podemos ver que la anima una lógica, y que la coherencia con esa lógica la lleva a tomar posiciones irreconciliables con la deshumanización que otros quieren imponer.
Esto es lo que explica que no sea fácil encuadrarla dentro de las categorías ideológicas rígidas a las que nos hemos acostumbrado. Para algunas cosas se inclinará más hacia lo que identificamos como conservador, y para otras hacia lo que identificamos como liberal.
Lo que no podemos perder de vista es que intenta ser consistente dentro de su visión de las cosas.
Claro que la Iglesia tiene pecados, es una institución humana después de todo. Y a veces olvida aquello de no tirar la primera piedra. Pero no puede decirse que, en su defensa de los vulnerables, olvida su papel. Sobre todo, cuando se trata de parturientas. Es demasiado pedirle lo contrario a la Iglesia de Jesús de Nazaret.
Por eso, y sin que me lo hayan pedido, recomiendo a sus críticos que traten de entender a la Iglesia como lo que es, y no querer circunscribirla a ser un simple instrumento de sus objetivos terrenales.