Estoy convencida que uno de los mayores logros a nivel personal es mantener intacta la ilusión.
Si hay algo que permite que sigamos viendo el mundo con ojos de esperanza como cuando somos niños es eso, la ilusión. Ir ganando años sin permitir que nada ni nadie afecte ese sentimiento es algo complicado, pero sanamente necesario.
La ilusión te permite que cada cosa que hagas venga acompañada con fuerza, con el verdadero deseo de hacerlo bien, de disfrutarlo, pero sobre todo de ser capaces de encarar cualquier obstáculo.
Cuando logras realizar tu trabajo con esa profunda ilusión de hacerlo bien, de conquistar cada resquicio para llegar a buen puerto, no hay problema que se escape de algún tipo de solución.
Si permites que esa ilusión se vea permeada, afectada y tocada, todo poco a poco se va derrumbando y llega un momento en el que sólo ves lo negativo, nada tiene sabor de éxito.
Si, por el contrario, te aferras a ese sentimiento genuino que nace de dentro y te dice que lo que haces está bien, que eres más que capaz, que vas a lograrlo, que vas a disfrutar el camino y que al llegar a la meta te sentirás completamente satisfecho… la ilusión habrá ganado.
Para lograr esto hay que ser muy consciente de los valores, las virtudes propias que te definen, que se enriquecen con el tiempo, que te dan un bagaje capaz de aprender y al mismo tiempo de reinventarte.
No hay nada más satisfactorio que llevar esa ilusión en el bolsillo de tu corazón y de tu mente, sentir que ese niño interior es tan fuerte porque le permites seguir contigo y aportarte el deseo, las ganas y sobre todo el amor por lo que eres y por lo que haces. La ilusión, siempre.