Los titulares en la prensa de Cuba la mañana después del triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos sonaban alarmantes.
El diario oficial Granma anunció la programación de cinco días de ejercicios militares que tomarán lugar a finales de este mes a través de la isla, para preparar a las fuerzas armadas y a la población «para enfrentar las diferentes acciones del enemigo».
En realidad, dichos ejercicios toman lugar cada par de años y, concluido el día, el presidente Raúl Castro ya había enviado sus felicitaciones formales al presidente electo estadounidense por su victoria.
Un político diferente
Pero hasta ese breve mensaje congratulatorio representa una diferencia con el pasado; Trump pronto se convertirá en el primer presidente de EE.UU. en asumir el cargo desde que La Habana y Washington restablecieron lazos diplomáticos, el año pasado.
Cómo percibe el líder comunista de 85 años a la exestrella de «reality TV» estadounidense es otra cosa.
Ha visto a 11 mandatarios estadounidenses ocupar el cargo desde que la Revolución liderada por su hermano Fidel los llevó al poder en 1959. Algunos se opusieron vehementemente contra el gobierno castrista e intentaron sacarlos a la fuerza.
Sin embargo, es poco probable que se haya enfrentado a una figura política estadounidense como Donald J Trump.
Su extraordinaria mezcla de fanfarronería y populismo tosco se compara con mayor frecuencia con el de un líder latinoamericano diferente: el fallecido presidente de Venezuela Hugo Chávez.
¿A favor o en contra?
Más allá de sus diferencias personales, es la postura de Trump frente al muy anunciado proceso de deshielo lo que más se está analizando en Cuba en este momento.
Al comienzo de su campaña dijo sentirse «bien» con la política de reconciliación de la administración Obama.
«50 años es tiempo suficiente, gente», expresó durante un debate televisado en la cadena CNN.
No obstante, en las postrimerías de una ardua campaña, se encontraba en la Pequeña Habana en Miami, tomando café en el conocido restaurante Versailles con los cubano-estadounidenses que se oponen al deshielo.
Prometió a los republicanos anticastristas que revertiría la política de aproximación de Obama, mantendría firme el embargo económico de décadas contra la isla e, inclusive, cerraría la recién inaugurada embajada de EE.UU. en La Habana.
«Me gustaría creer que esto fue un oportunismo electoral de último minuto, una variación de su antiguo estilo que pienso no le trajo tanto beneficio», comentó el doctor Mike Bustamante, un profesor asistente en Historia Latinoamericana de la Universidad Internacional de Florida.
Ciertamente las declaraciones no parecen haber tenido mucho impacto en las urnas ya que Hillary Clinton obtuvo más o menos el mismo porcentaje del voto cubano en Florida que Barack Obama en 2012.
«Es difícil decir si genuinamente está planeando implementar estas políticas. No olvidemos que hace unos años representantes de sus compañías violaron el embargo al venir a Cuba para explorar oportunidades de inversión», afirmó Bustamante refiriéndose a un artículo en la revista Newsweek que sostiene que los ejecutivos de Trump viajaron a la isla en 1998.
Su campaña se defendió diciendo que el reportaje simplemente demostró que no había invertido dinero en Cuba.
Empresario vs. político
Pero, si llegara a abordar el asunto desde la perspectiva de un empresario hotelero, un presidente Trump podría resultar más favorable al levantamiento del embargo que lo que hizo creer a su audiencia en el sur de Florida.
El doctor Mike Bustamante está menos preocupado con lo que haría un gobierno de Trump a corto plazo que con ver a ambas cámaras del Congreso y la Casa Blanca en manos de los republicanos.
«Si la gente en el Congreso que se opone a la normalización agregan una enmienda al proyecto de ley que desecha el acercamiento (a Cuba), ¿se atrevería la Casa Blanca de Trump a vetarla?», se pregunta retóricamente.
Sin embargo, uno de los grupos de presión clave en la promoción de mayores relaciones con Cuba de hecho cree que la nueva composición de la Cámara de Representantes y el Senado podría funcionar a su favor.
«El martes en la noche, las fuerzas a favor de un acercamiento añadieron cuatro senadores y más de 10 miembros de la cámara baja adeptos», dice James Williams, presidente de «Engage Cuba», un grupo en Washington que aboga por la normalización de relaciones.
«Llegamos a esto en una posición fuerte pero ahora estamos en una posición mucho más fuerte que hace unos días».
La última vez que relajó el embargo económico, el presidente Obama calificó sus medidas hacia Cuba de «irreversibles». Pero muchas están basadas en órdenes ejecutivas y el presidente electo Trump podría, si así lo deseara, revocarlas. James Williams duda que haga eso:
«Esta es una de las decisiones políticas más populares en el país. En una encuesta que sostuvimos, 63% de cubanoestadounidenses en Miami quieren ver el levantamiento del embargo. Así que la única conclusión a la que se puede llegar es que se debería continuar progresando».
Incertidumbre
Entretanto, en La Habana, el ambiente es una combinación de incertidumbre y estoicismo.
«Es malísimo», manifestó Ángel Bacallao, un funcionario público jubilado.
«Dijo que volvería cenizas todos los pasos que Obama ha tomado hacia una mejor relación con EE.UU. Se deshará de todos».
Otros señalaron que Cuba ha pasado momentos difíciles con Washington muchas veces antes.
«Tenemos que esperar a ver cómo será», dijo José, cuentapropista. «Es muy impredecible».
Algunos en Cuba sugieren que una presidencia de Trump podría ser bienvenida por los de línea dura que se oponen al acercamiento.
«No necesitamos que el imperio nos regale nada», escribió Fidel Castro poco después de la visita de Obama a la isla.
Después de todo, es más fácil inspirar a un pueblo en contra de un enemigo tradicional que en contra de alguien que trae regalos.