
RIO DE JANEIRO.-Es cierto, los brasileños suelen tener dificultades para la organización. Pero son estupendos anfitriones y campeones olímpicos en baile y alegría.
Con un espectáculo carnavalesco, Río de Janeiro despidió el domingo los primeros Juegos Olímpicos realizados en Sudamérica.
Y aunque hubo brasileños que sintieron “saudade” y pidieron a coro en el Maracaná que la llama olímpica no se extinguiera, es seguro que muchas personas respiraron aliviadas cuando ésta finalmente se apagó.
En realidad, la responsabilidad oficial de Río sobre los Juegos había concluido poco antes, cuando el alcalde Eduardo Paes entregó la bandera olímpica al presidente del COI Thomas Bach, quien a su vez la puso en manos de Yuriko Koike, gobernadora de Tokio, la próxima sede.
¿Comparar a Tokio con Río? Es muy difícil, los japoneses se caracterizan por su disciplina y organización, pero no bailan samba.
La austeridad no le restó emotividad al último festejo olímpico en Río, que será recordado por la riqueza de su música y sus bailes.
Así, se puso el cerrojo a unos juegos que dejaron de manifiesto la capacidad de los brasileños para sacar adelante unas justas dignas pese a todas las adversidades.
“Fueron unos Juegos Olímpicos maravillosos en una ciudad maravillosa”, dijo el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, ante la aclamación del público.
“Dejan también un legado único para las generaciones por venir”.
Se construyeron estadios, vialidades, una nueva línea del tren subterráneo. Pero la limpieza de los cuerpos de agua quedó como tarea pendiente y derivaron en serios cuestionamientos para los gobernantes.
La ceremonia de clausura comenzó con la cuenta regresiva, marcada por un reloj de pulsera como el de Alberto Santos Dumont, el brasileño considerado además pionero de la aviación y homenajeado en el espectáculo.
