Compromiso de todos

Compromiso de todos

Compromiso de todos

 

Durante la campaña electoral el mundo puede ser un torbellino, pero entre nosotros es, en realidad, maravilloso. Ninguna necesidad es verdaderamente apremiante ni las dificultades grandes como para ocupar nuestra atención.

De repente las filas a las puertas o ante las cajas de los supermercados han desaparecido o son menos extensas. ¿Por qué? ¿Tenemos menos dinero o desapareció la urgencia de tener algo al alcance de la mano en los gabinetes?

Recién ahora ha caído mucha gente en la cuenta de que hemos tenido importantes alzas de precios y que, como consecuencia, con la misma cantidad de dinero de hace unos cuatro meses compramos menos.

Es así. Entre nosotros el proceso electoral es asumido como una fiesta. Y está bien que sea de esa manera, porque como se dice a menudo en medio del jolgorio, es una fiesta de la democracia. Pero viene a ser el término fiesta en este caso por la importancia de las decisiones que estamos llamados a tomar, y muy bien que las asumamos con la debida alegría, pero no por ello sin mesura.

Ahora averigüemos si alguien tiene que pagar la cuenta.

Porque como decíamos ayer en este mismo espacio editorial, tal vez al contacto con la realidad, que siempre estará con nosotros no importa cuán largo sea el festejo, seamos capaces de replantearnos la manera apropiada de vérnoslas con los efectos de la pandemia, que sigue estando aquí, y sus efectos son, quizá, más abarcadores y peligrosos.

Pero algunos pueden estar convencidos de que la lucha contra el coronavirus de moda es del gobierno, que debe tomar las iniciativas e imponerlas si es el caso. O tal vez es una tarea de los que caminan jubilosos hacia el Palacio del Congreso y al Palacio Nacional.
Pues no. Nadie se salva solo en esta lucha y mientras más pronto asumamos esta realidad más vigor imprimiremos a la tarea que dejamos inconclusa.



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