«Cada momento lo convirtió en porno»: cómo un amigo me traicionó usando mi imagen con IA
Advertencia: contiene lenguaje ofensivo y descripciones de violencia sexual
Era una cálida noche de febrero cuando un mensaje siniestro apareció en la bandeja de entrada de Hannah Grundy en Sídney (Australia).
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«Seguiré enviando correos electrónicos porque creo que esto merece tu atención», escribió el remitente anónimo.
Dentro había un enlace y una advertencia en negrita: «(Esto) contiene material perturbador».
Dudó un momento, temiendo que fuera una estafa.
La realidad era mucho peor. El enlace contenía páginas y páginas de pornografía falsa en la que aparecía Hannah, junto con detalladas fantasías de violación y amenazas violentas.
«Estaba amarrada», recuerda.
«Parecía asustada. Tenía lágrimas en los ojos. Estaba en una jaula», agrega.
Escrito en letras cursis en algunas imágenes estaba el nombre completo de Hannah. Su cuenta de Instagram estaba publicada, al igual que el suburbio en el que vivía. Más tarde se enteraría de que también estaba su número de teléfono.
Ese correo electrónico dio inicio a una saga que Hannah compara con una película. Se convirtió en su propia detective y descubrió una traición repugnante por parte de alguien cercano y construyó un caso que cambió su vida y la legislación australiana.
![Un hacker creando un deepfake](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/a9d1aa30-e6f9-11ef-bd1b-d536627785f2.jpg.webp)
«Conmoción pura»
La página web se llamaba «La destrucción de Hannah», y en la parte superior había una encuesta donde cientos de personas habían votado sobre las formas crueles en que querían abusar de ella.
Debajo había un hilo de más de 600 fotos viles, con la cara de Hannah pegada a ellas. Y entre las imágenes había amenazas escalofriantes.
«Estoy cercando a esta zorra», decía el mensaje principal.
«Quiero esconderme en su casa y esperar hasta que esté sola, agarrarla por detrás y… sentir su lucha», proseguía.
Han pasado tres años ya, pero la maestra de escuela de 35 años no tiene problemas para recordar la «conmoción pura» que la atravesó cuando ella y su pareja, Kris Ventura, de 33 años, abrieron la página.
«Te sientes insegura de inmediato», dice Hannah, con los ojos muy abiertos mientras agarra una taza de té de menta en su sala de estar.
Al hacer clic en el sitio web, Kris también encontró fotos de sus amigas cercanas, junto con imágenes que mostraban al menos a otras 60 mujeres, muchas también de Sídney.
![Policías de Nueva Gales del Sur](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/d44911f0-e716-11ef-bd1b-d536627785f2.jpg.webp)
La pareja rápidamente se dio cuenta de que las imágenes utilizadas para crear los deepfakes provenían de las cuentas privadas de las redes sociales de las mujeres. Y se percataron que el responsable era alguien a quien todas conocían.
Desesperados por averiguar quién era, Hannah y Kris pasaron horas en la mesa de la cocina, identificando a las mujeres, buscando en sus listas de amigos de las redes sociales un vínculo común y construyendo metódicamente un dossier de pruebas.
En cuatro horas, tenían una lista de tres posibles sospechosos.
En ella estaba su amigo de la universidad, Andrew Hayler, a quien descartaron de inmediato. El trío se había conocido mientras trabajaba en un bar del campus y rápidamente formaron amistades profundas.
Y Andy o «el supervisor», como le llamaban, era quien mantenía unido al grupo.
Era considerado y afable, dice Hannah, el tipo de hombre que cuidaba a las mujeres en el bar y se aseguraba de que sus amigas llegaran a casa sanas y salvas después de una noche de fiesta.
Pasaban mucho tiempo juntos, se iban de vacaciones juntos, se querían y confiaban el uno en el otro.
«Yo pensaba en él como un amigo muy cercano», afirma Hannah.
«Estábamos tan seguros de que era una buena persona», prosigue.
Pero pronto redujeron la lista a un solo nombre: el suyo.
Miedo y demoras
Cuando Hannah se despertó a la mañana siguiente y fue a la comisaría, junto a su conmoción y horror había una pizca de optimismo «ingenuo».
«Pensamos que irían a buscarlo esa tarde», dice Kris con una sonrisa irónica.
En cambio, Hannah asegura que la recibieron con desdén.
Recuerda que un agente de policía de Nueva Gales del Sur le preguntó qué le había hecho a Andy. En un momento dado, sugirieron que Hannah simplemente le pidiera que parara.
Más tarde, le señalaron una foto de ella con un pequeño atuendo y le dijeron: «te ves muy guapa con esto».
La policía de Nueva Gales del Sur se negó a hacer comentarios a la BBC sobre el caso de Hannah.
Sin embargo, la mujer asegura que la forma en que se manejó su denuncia la hizo sentir como si estuviera haciendo «un gran escándalo de la nada».
«Y para mí, fue como si me cambiara la vida», dice Hannah.
La fe que aún tenía en que la policía la ayudaría se desvaneció rápidamente.
En medio de los retrasos, recurrió al Comisionado de Seguridad Electrónica de Australia, pero el organismo regulador solo pudo ofrecer ayuda para retirar las imágenes.
![Retrato de Jess, una de las amigas de Hannah Grundy](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/97618d60-e6fa-11ef-a319-fb4e7360c4ec.jpg.webp)
Desesperada, la pareja contrató a un abogado y encargó a un forense digital que hiciera avanzar las cosas.
Mientras tanto, para evitar avisar a Andy y para mantenerse a salvo, se replegaron.
«El mundo se hace más pequeño. No hablas con la gente. Realmente no sales», dice Hannah.
En cambio, el vacío se llenó de un miedo intenso y de soledad.
«Ya habíamos tenido que olvidar por completo lo que pensábamos de él para tratar entender por qué había hecho esas cosas, por lo que (la idea de) que realmente intentarar violarme o hacerme daño no parecía tan descabellada», agrega.
La pareja instaló cámaras por toda su casa y configuró un seguimiento de ubicación en los dispositivos de Hannah. Ella comenzó a usar un reloj de salud las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para que alguien supiera si su ritmo cardíaco aumentaba o se detenía.
«Dejé de tener las ventanas abiertas porque tenía miedo de que entrara alguien», explica Hannah.
«Dormíamos con un cuchillo en las mesillas de noche de cada uno porque pensábamos: ‘¿Y si…?'», prosigue.
Kris, que todavía se sentía abandonado por la policía, se había hecho cargo de vigilar el sitio de internet para detectar la más mínima señal de escalada hacia Hannah y cualquiera de sus amigas, a quienes, para proteger la investigación, todavía no le habían dicho nada.
La culpa carcomía a la pareja.
«Teníamos una batalla constante sobre si era correcto no decirles nada», rememora Hannah.
En un momento dado, cuando les dijeron que la investigación había sido suspendida, Hannah y Kris desembolsaron aún más dinero para un informe forense detallado y amenazaron con presentar una denuncia formal en el organismo de control policial.
En total, gastaron más de 20.000 dólares australianos (US$ 12.400) tratando de protegerse y detener a Andy.
Finalmente, se les asignó un nuevo detective y en dos semanas la policía estaba haciendo una redada en la casa de Andy, quien lo admitió todo.
![Hannah y Jess se abrazan tras conocer la condena a su agresor.](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/4a319d40-e6fb-11ef-bd1b-d536627785f2.jpg.webp)
Llena de alivio, y luego de temor, Hannah comenzó a llamar a sus amigas para darles la noticia.
«Se me cayó el estómago», dice Jessica Stuart, recordando el momento en que se enteró de lo que Andy había hecho con sus fotos.
«Me sentí realmente violada, pero… no creo que lo comprendiera del todo», admite.
Para ella, una vez más, el golpe bajo fue que un amigo al que amaba como «familia» estaba detrás del crimen. Andy siempre había parecido «tan modesto» y «realmente considerado», alguien a quien había llamado parabuscar ayuda en momentos difíciles.
«Ha sido realmente difícil aceptar que esas dos personalidades son en realidad la misma persona», remata.
Un caso histórico
El caso era territorio judicial desconocido para Australia.
Durante al menos una década, los expertos habían advertido que los avances en la tecnología conducirían a una ola de delitos con inteligencia artificial. Pero las autoridades fueron tomadas por sorpresa, dejando a las víctimas de los deepfakes, en su gran mayoría mujeres, vulnerables.
En el momento en que Andy fue arrestado en 2022, no existía ningún delito por crear o compartir pornografía deepfake en Nueva Gales del Sur ni en ningún otro lugar de Australia, y el país nunca antes había visto un caso de esta magnitud.
El hombre de 39 años fue acusado de uso indebido de telecomunicaciones para amenazar, acosar o causar ofensas (un delito menor que se aplica a muchos delitos en Internet) y se le advirtió a Hannah que mantuviera bajas sus expectativas.
«Estábamos preparados para ir al tribunal y que él recibiera un tirón de orejas», dice.
Pero ella y las otras 25 mujeres que decidieron ser parte del caso estaban decididas a que Andy rindiera cuentas. Una tras otra dieron declaraciones contundentes en su juicio el año pasado.
«No solo traicionaste mi amistad, sino que destrozaste la sensación de seguridad que solía dar por sentada», dijo Jess al tribunal.
«El mundo se siente desconocido y peligroso, estoy constantemente ansiosa, tengo pesadillas cuando duermo», confesó.
«Formar nuevas amistades se siente algo imposible, agobiada por la constante pregunta: ‘¿Podría esta persona ser como tú?'», remató.
![Unas amigas viendo redes sociales en sus teléfonos.](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/a34f7cd0-e6fb-11ef-bd1b-d536627785f2.jpg.webp)
Cuando llegó el momento de que Andy se disculpara con las mujeres a las que había atacado, Jess y Hannah no podían soportar estar en la sala. Se marcharon.
«No hay nada que pueda decirme que lo mejore, y quería que lo supiera», explicó Hannah.
Andy le dijo al tribunal que crear las imágenes lo había sentido «empoderador» como «una salida» para una parte «oscura» de su psique, pero que no creía que causaran un daño real.
«Realmente he hecho algo terrible y lo siento mucho», dijo.
La jueza Jane Culver no estaba convencida de su remordimiento, diciendo que si bien había «cierto arrepentimiento», no parecía comprender el sufrimiento claramente «profundo y continuo» que su «prolífico» y «perturbador» delito había causado.
Andy fue condenado a nueve años de cárcel, en lo que se ha calificado como una decisión histórica.
«El suspiro que recorrió el tribunal… fue un gran alivio», dice Jess.
«Fue la primera vez que sentí que realmente nos habían escuchado», explica.
Andy podrá optar a la libertad condicional en diciembre de 2029, pero le ha dicho al tribunal que tiene la intención de apelar su condena.
![Hannah y su pareja, Kris, sentando en el porche de su casa.](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/f414fa50-e6fb-11ef-a819-277e390a7a08.jpg.webp)
Nicole Shackleton, una experta en derecho que investiga tecnología y género, dijo a la BBC que el caso «sin precedentes» estableció un estándar legal sorprendente y significativo para futuros casos.
La juez había reconocido que «esto no era simplemente algo que sucedía en línea» y que ese comportamiento estaba «vinculado a la violencia en el mundo real contra las mujeres», dijo Shackleton, de la Universidad RMIT de Melbourne.
Pero Australia y otros países siguen siendo deficientes en la regulación del uso de la IA y en la investigación proactiva de su mal uso, sostienen expertos como ella.
Australia ha criminalizado recientemente la creación y el intercambio de pornografía deepfake a nivel nacional.
Sin embargo, muchos otros países tienen leyes acusadas de contener lagunas legales o no penalizan en absoluto la pornografía deepfake. En Reino Unido, compartir una fotografía pornográfica alterada es un delito, pero crearla o solicitarla no lo es, aunque esto está a punto de cambiar.
Y ante unas fuerzas policiales mal formadas y con pocos recursos, muchas víctimas como Hannah o investigadores privados (como el que le avisó) se ven obligados a convertirse en detectives y reguladores de facto.
En un comunicado, la policía de Nueva Gales del Sur dijo que las investigaciones sobre delitos de inteligencia artificial son un proceso desafiante que requiere «demasiado tiempo y recursos».
Asimismo, el organismo aseguró que recientemente había reforzado la capacitación «con el objetivo de que cada agente… pueda responder a este tipo de delitos de manera efectiva».
La fuerza también trabaja con la Comisionada de Seguridad Electrónica y las empresas de tecnología para acabar con el abuso de deepfake, se lee en el comunicado.
La comisionada Julie Inman Grant dijo que la eliminación del material angustiante es la máxima prioridad para la mayoría de las víctimas, y afirmó que su despacho ha tenido «una tasa de éxito extremadamente alta en lograrlo».
Pero la comisión no tiene los poderes punitivos para llevar a cabo investigaciones y sanciones criminales, agregó en una declaración a la BBC.
![Un mazo y una balanza, símbolos de la justicia, y detrás la bandera australiana.](https://eldia.com.do/wp-content/uploads/2025/02/05bf7d30-e6fb-11ef-a819-277e390a7a08.jpg.webp)
Un daño irreparable
«Puedes tener las leyes que quieras, (pero) si tienes una fuerza policial que es incompetente…» dice Kris, apagando la voz.
«Obviamente estamos enojados con Andy. Pero también es repugnante que la única forma de obtener justicia con algo como esto es si son dos personas de unos 30 años que pueden permitirse el lujo de intimidar a la policía», agrega.
La pareja está decidida a que las cosas sean diferentes para las futuras víctimas.
Solo en los últimos seis meses, en casos separados en Nueva Gales del Sur y Victoria, dos estudiantes han sido denunciados ante la policía por supuestamente crear desnudos masivos de sus compañeros de clase en deepfake.
Después de varios años de infierno, Hannah también está tratando de seguir adelante.
Pero la inminente apelación de Andy amenaza el duro trabajo que ha hecho para reconstruir su vida y su salud mental.
Con las rodillas en el pecho y los pies metidos debajo de ella en el sofá, dice que Andy recibió la sentencia que se merecía.
«Porque para mí, y para las otras chicas, es para siempre… (esas imágenes) siempre estarán en Internet», dice.
Todavía paga por un servicio que rastrea la web en busca de ellas, y le preocupa que sus futuros amigos, empleadores, estudiantes y sus propios hijos las encuentren.
Uno de sus mayores temores es que sus mejores recuerdos nunca sean recuperados.
«Publicas cosas en Facebook e Instagram porque son los momentos más felices de tu vida. Te compras un perro, una casa, te comprometes y publicas una foto», dice.
«Él había convertido cada uno de esos momentos en pornografía. Y entonces, cuando ves esa foto… bueno, ahora me veo siendo violada», se lamenta.
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