
La relación entre criminología y corrupción se fundamenta en la pregunta de por qué la corrupción. Esta relación es directa y profunda, ya que la criminología se encarga de estudiar el crimen en todas sus formas —incluida la corrupción— desde una perspectiva multidisciplinaria.
También huelga mencionar que la corrupción es un régimen humano, como lo es el crimen, la violencia legal, la delincuencia. República Dominicana es una cultura que ha favorecido la corrupción.
Aunque la corrupción no comprende en sí mismo un delito (la prueba es que no se le menciona en el Código Penal dominicano ni una sola vez), ella genera delitos; la corrupción es considerada una forma de delito de “cuello blanco”, que es uno de los objetos de estudio clave de la criminología.
Estos delitos han adoptado distintos nombres: “Crímenes de los poderosos”, “de difícil persecución”. Sin embargo, se investiga poco. Karl Gunnar Myrdal (de la Escuela Sueca, y laureado con el Premio Nobel de Economía, en 1974), creía que la forma actual de investigar a los corruptos es a través de una “diplomacia de la investigación”.
Es decir, que la corrupción actualmente ha dejado de estudiarse, y los que se involucran en ella, la excusan, dejando de juzgar las conductas de los funcionarios o de los líderes políticos.
Los únicos que hablan de la corrupción son las masas populares, lo hacen en forma de protestas, que es una forma de estar a la cabeza, y no necesariamente, como una investigación formal.
Ellos alertan del daño de la corrupción, lo hacen en las campañas electorales, en los grupos o movimientos populares.
La corrupción puede manifestarse de muchas formas, dependiendo del contexto, los actores involucrados y los fines perseguidos.
Tan difícil como informar sobre la existencia de actos de corrupción, encontrar las pruebas, poder evaluar la forma de la organización corruptora, es también difícil y complicado.
Las formas más comunes de corrupción la vemos a través del soborno o cohecho (pago en dinero, regalos, favores o beneficios para influir en decisiones), la malversación de fondos o uso indebido o robo de recursos públicos o privados; el tráfico de influencias, que es cuando de una posición o contactos para obtener favores o ventajas indebidas; el nepotismo o designación de familiares o amigos en cargos públicos sin mérito; el clientelismo o intercambio de favores, bienes o servicios por apoyo político; el enriquecimiento ilícito o incremento injustificado del patrimonio de un funcionario; y está la colusión, que es el acuerdo entre empresas y funcionarios para obtener beneficios ilegales (por ejemplo, en licitaciones).
Es corrupción, la extorsión, la obstrucción de la Justicia y la simulación de contratos o servicios, entre otros.
Pero las formas modernas o complejas de corrupción a las que debemos avocarnos, por ser hoy las preocupantes, son las siguientes: lavado de activos, uso de empresas fantasma u offshore, el lobby ilegal o no regulado, con el que se logra influencia de grupos privados en decisiones públicas, sin transparencia ni control; el control o captura del Estado, que es cuando los grupos económicos o políticos controlan las instituciones públicas para su propio beneficio y la corrupción judicial o policial, que consiste en manipular a jueces, fiscales o agentes policiales para alterar diferentes fallos.
El caso de los 3,000 millones devueltos es un caso de alta corrupción. Está investigado incorrectamente.
No deben aplicarse medidas políticas anticorruptivas (acuerdos), sino que hay que retomar la metodología de las agencias internacionales que persiguen la corrupción. Ellos recomiendan imputar, procesar y condenar por corrupción.