¿Cómo que “inaceptable”?

¿Cómo que “inaceptable”?

¿Cómo que “inaceptable”?

Rafael Chaljub Mejìa

Un portavoz del Gobierno norteamericano calificó de “inaceptable” el acto terrorista cometido la noche del pasado 24 de septiembre por un individuo que lanzó dos bombas molotov contra la Embajada de Cuba en los Estados Unidos.

Podrá aceptarse ese lacónico “inaceptable”, pero a conciencia de que con ese calificativo, ni con mucho más, el Gobierno yanqui podrá borrar las culpas que le tocan en cada hecho como ese. Porque hay una larga historia de agresión impune contra Cuba, propiciada, respaldada y cubierta por la impunidad por los gobernantes de Washington.

Sin hacer mención de las invasiones, las incursiones por aire, mar y tierra organizadas desde territorio norteamericano por la CIA y otras agencias oficiales, de los planes de atentado contra Fidel Castro y otros dignatarios del Gobierno cubano, nada puede ocultar el hecho cierto de que Estados Unidos ha estimulado todo tipo de asedio contra cualquier símbolo de representación de Cuba.

Con criminal frecuencia, cuando los deportistas cubanos viajaban al exterior, eran hostilizados, provocados con intentos de soborno, y en más de una ocasión agredidos físicamente. Esto llegó al extremo horroroso cuando Luis Posada Carriles, viejo zorro del terrorismo, agente de la CIA durante catorce años, el 10 de octubre de 1976, dirigió el derribo en pleno vuelo de un avión comercial cubano, con saldo de 73 muertos, 57 de ellos cubanos, incluyendo un equipo olímpico completo.

Posada Carriles, lo mismo que su compañero de correrías Orlando Bosch y muchos más, murió sin pagar sus culpas porque las autoridades yanquis lo protegieron. Paradójicamente es Cuba y no Estados Unidos quien figura en la lista infame de países propiciadores del terrorismo que, el Departamento de Estado ha elaborado.

Si por más de sesenta años se mantiene un embargo comercial, se alienta a todo tipo de campaña odiosa contra Cuba, no hay sorpresa si en medio de esa atmósfera envenenada, un terrorista cualquiera se envalentona y comete un acto como el que acaba de cometerse. Ese hecho tiene como antecedente más cercano, el ataque a tiros de la sede diplomática cubana en Washington en abril de 2020.

Es esa política oficial de franca hostilidad, de protección también franca a los conspiradores, la que prepara la mente y arma la mano de los autores materiales de acciones como la del pasado 24 en la noche.
Y una conducta oficial como esa contra un país soberano, no puede pretender excusarse con el simple “inaceptable” con que acaba de salirle al mundo el vocero del Gobierno norteamericano.