Basta con leer cualquier informe de un ente financiero internacional para apreciar que República Dominicana no solo ha logrado encaminarse por las sendas del crecimiento económico sostenible, sino que la calidad de vida de los dominicanos ha mejorado de manera sustancial.
Quizás se podría afirmar que estamos en condiciones de haber avanzado mucho más.
También son coincidentes en elogiar la forma proactiva en que hemos enfrentado todas las crisis globales que se han presentado desde la pandemia por el covid-19.
Incluso algunos programas adoptados por República Dominicana para contener la inflación y evitar desabastecimiento de alimentos han sido llevados como modelos a otras naciones por organismos internacionales.
El más reciente informe del Fondo Monetario Internacional ha resultado ser uno de los más alentadores, pues además de decir que al comparar el estado de bienestar de los dominicanos frente a Estados Unidos, estamos entre los punteros entre todos los países de América Latina.
Incluso, el riguroso Fondo Monetario Internacional señala que tenemos las condiciones para convertirnos en una economía avanzada.
La diatriba local, el pesimismo y la mezquindad dificultan que algunos connacionales vean el estado de bienestar que otros ven desde fuera.
Peor aún, esas actitudes podrían incluso conspirar con los avances alcanzados, muchos de los cuales dependen de intangibles como la confianza y calidad de servicios.
No se trata de salir a celebrar proclamando que estamos bien, sino aceptar que el vaso está lleno a dos tercios.