Llegó, habló y, si tiene sentido concebir las intervenciones presidenciales ante la Asamblea General de Naciones Unidas como una especie de competencia simbólica entre países y mandatarios, entonces Vladimir Putin también venció.
El mandatario ruso fue protagonista destacado de la apertura del 70º período de sesiones de la asamblea de la ONU, y su renovada importancia en el concierto mundial fue posteriormente reafirmada por su larga reunión con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Y aunque los dos líderes no llegaron a ponerse completamente de acuerdo sobre el mejor camino para acabar con el conflicto en Siria, lo ocurrido el lunes en Nueva York ciertamente confirmó que, en lo que respecta a ese tema, Occidente no se puede dar el lujo de ignorar a Rusia.
Lo que también significa que los esfuerzos occidentales por aislar internacionalmente al Kremlin por causa de su actuación en Ucrania tendrán que temperarse en nombre del pragmatismo y la batalla en contra un enemigo común: el autodenominado Estado Islámico (EI).
«Con su involucramiento en Siria, Putin logró, de un solo golpe, reducir el aislamiento diplomático de Rusia luego de la anexión de Crimea, demostró y reforzó la presencia rusa en Medio Oriente y dio una buena demostración de la capacidad de Moscú para desplegar su fuerza militar de forma rápida y eficiente», resumió Jonathan Marcus, corresponsal para asuntos diplomáticos de la BBC.
Y según Famil Ismailov, de BBC Rusia, la comparescencia de Putin en la ONU también le rendirá importante réditos al mandatario ruso en el plano doméstico.
«Se veía y sonaba como un líder de talla mundial al frente de una verdadera potencia, y además se presentó como un defensor del derecho internacional y la paz. Así que localmente su discurso será visto como un gran, gran éxito», le dijo Ismailov a BBC Mundo.
Aunque el periodista ruso también destacó, que por el momento, no hay nada que sugiera que Occidente está dispuesto a levantar las sanciones impuestas a Rusia luego de la anexión de Crimea y por causa de su rol en los esfuerzos separatistas de la región ucraniana de Dombás.
El pragmatismo ruso como alternativa
Poco se ha hablado, sin embargo, de lo que Putin y Obama se dijeron sobre el tema de Ucrania. Y el haber conseguido hacer pasar ese problema a un segundo plano también es una pequeña victoria para Putin.
Y el mandatario ruso también supo usar el escenario de Naciones Unidas, y la actual situación en Siria, para promover frente a una audiencia internacional los méritos del pragmatismo ruso por sobre las aventuras occidentales en Medio Oriente.
«Decenas de miles de militantes está luchando bajo las banderas del autodenominado Estado Islámico. Y sus filas incluyen viejos soldados iraquíes lanzados a la calle luego de la invasión de Irak en 2003″, recordó en su discurso Putin.
«Muchos reclutas también vienen de Libia, un país que vio derrumbarse a su Estado como resultado de la flagrante violación de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU», destacó el mandatario ruso.
«Y ahora las filas de los radicales están recibiendo a los opositores sirios supuestamente moderados apoyados por Occidente», agregó.
Estas afirmaciones son difíciles de rebatir y resonarán especialmente fuera de EE.UU. y la Unión Europea, por más que a la Rusia de Putin también se la pueda acusar de hacer algo parecido a lo que Washington y sus aliados están haciendo en Siria al apoyar a los grupos separatistas en Dombás.
Y, en cualquier caso, son precisamente los límites de la estrategia occidental en Siria los que le han permitido a Rusia hacerse con la iniciativa, hasta el punto de conseguir lo que antes parecía imposible: que Occidente suavice su posición sobre Bashar al Assad.