«No está aquí, ha resucitado».
De acuerdo con los evangelios, hace dos milenios un ángel dio este mensaje a María Magdalena y a otra mujer a los pies de la tumba abierta, en la que solo tres días antes habían colocado el cadáver de Jesús, luego de bajarlo de la cruz a la que los romanos lo habían clavado.
Estos acontecimientos bíblicos, conocidos como la Pasión de Cristo, tuvieron lugar según la tradición dentro de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén: El lugar más sagrado para la cristiandad.
El recinto, que atrae a miles de creyentes y curiosos al año, no solo alberga una historia rica e invaluables expresiones artísticas, sino que es centro de una peculiaridad: acoge a seis ramas de la religión surgida a partir de las enseñanzas del crucificado y es administrada por tres de ellas.
La inusual situación, además de ofrecer a una amplia variedad de ritos, vestimentas y canticos, también obliga a seguir una serie de confusas y complejas reglas no escritas para mantener la convivencia y evitar conflictos, que en el pasado llegaron a ser sangrientos.
Pero ¿cómo se llegó a esto y qué problemas conlleva? Para responder estas preguntas BBC Mundo conversó con religiosos que han vivido en la Basílica, así como con expertos.
Donde todos quieren estar
«Todas las confesiones cristianas se quieren concentrar en el Santo Sepulcro, porque allí está el Gólgota, donde se produjo la crucifixión de Cristo; y porque allí está la tumba donde fue enterrado y donde resucitó al tercer día», afirmó la arqueóloga de la Universidad de San Dámaso (España), Cayetana Johnson, para explicar la presencia de las distintas denominaciones cristianas.
En similares términos se pronunció Diego Pérez Gondar, profesor de Estudios Bíblicos e Historia de la Iglesia de la Universidad de Navarra (España), quien apuntó: «Todas esas comunidades, con sus diferencias, salieron de la Tierra Santa, de Jerusalén y todas quieren estar allí».
«Lo que sucede es que quien gobierna en Tierra Santa a lo largo de la historia favorecerá a una comunidad u otra, dependiendo de intereses políticos y económicos; y eso generará conflictos», agregó.
El templo está construido sobre lo que en tiempo de los romanos fue una cantera, en la que se cree se realizaban ejecuciones públicas y su estructura actual data de las cruzadas. Actualmente en su interior hay representantes de las iglesias ortodoxa griega, de la armenia, de la católica, de la copta egipcia, de la etíope y de la siria.
Originalmente lo que hoy es Israel y los territorios palestinos estuvo bajo el dominio del Imperio Bizantino, lo que explica la fuerte presencia de las iglesias ortodoxa griega y armenia, las cuales están geográficamente cerca de lo que fue la capital imperial: Constantinopla (actual Estambul, en Turquía), apuntó Johnson.
Sin embargo, en el siglo VII los musulmanes conquistaron esta región y tras intervalos de persecución y de tolerancia hacia los cristianos, en los que el Santo Sepulcro fue destruido y reconstruido, se dan las cruzadas. Y con las cruzadas llegaron los cristianos latinos (católicos).
No obstante, para este momento ya ha ocurrido el cisma entre Roma y Constantinopla; es decir, la separación entre los cristianos de Occidente y de Oriente, lo cual ahondó las divisiones y recelos entre dichas comunidades.
«Al fracasar las cruzadas, San Francisco de Asís convenció a los musulmanes de que le permitieran a sus frailes permanecer y reconstruir los lugares sagrados, incluyendo la tumba de Cristo. Sin embargo, desde 1517 a 1917 son los turcos (Imperio otomano) los que dominaron la zona y ellos lógicamente favorecieron a los cristianos ortodoxos, porque eran los locales, dándoles el control de ciertos lugares santos», explicó Pérez Gondar.
Una solución inusual
Las disputas entre las distintas confesiones cristianas por el control del Santo Sepulcro, y de los otros sitios sagrados, continuaron provocando conflictos no solo con los musulmanes, sino entre los propios cristianos en los siglos siguientes y algunos de estos enfrentamientos llegaron a ser de gran escala.
«Uno de los motivos de la guerra de Crimea (1853-1856) fue el robo de la estrella que preside la cueva pesebre de la Basílica de la Natividad de Belén«, resaltó la arqueóloga Johnson.
Para evitar que este tipo de situaciones se repitiera, los gobernantes otomanos distribuyeron entre las iglesias ortodoxa griega, armenia y la católica la propiedad y custodia de la también conocida como Iglesia de la Resurrección, así como de la Iglesia de la Natividad y otros sitios religiosos.
También acordaron que a las distintas confesiones cristianas que habían estado en la zona y veneraban esos lugares, como los coptos, sirios y etíopes, se les permitiría seguirlo haciendo. Y para ello se definieron los espacios, los horarios y la duración de los rituales para cada comunidad.
Y, por último, se estableció que cualquier cambio a lo dispuesto debía ser acordado de manera unánime y que cualquier incumplimiento se castigaría con la pérdida de derechos dentro del templo.
A este conjunto de medidas se le conoce como el Status Quo y fue respaldado por gobiernos de la Europa occidental y por el entonces Imperio Ruso en el tratado de París de 1856, que puso fin a la guerra de Crimea; y en otros posteriores.
«La libertad y la práctica exterior de todos los cultos (en el Imperio otomano) quedan garantizadas para todos y no se podrá poner obstáculo alguno ni a la organización jerárquica de las diferentes confesiones ni a sus relaciones con sus jefes espirituales», reza el Tratado de Berlín de 1878 que ratificó el Status Quo.
Sin embargo, la solución venía con un reto: sus detalles no están escritos en ningún lado.
«Es algo extraordinario, pues es derecho oral y consuetudinario. Se basa en tradiciones y costumbres«, explicó Johnson, quien recordó que en Oriente «la palabra tiene tanto valor como un contrato».
Una paz complicada
La aplicación del Status Quo ha demostrado no ser tarea sencilla. La desconfianza y las rivalidades entre las distintas comunidades ha continuado y sigue provocando roces, cuando no encontronazos directamente.
Así a finales de 2008, miembros de las iglesias griega y armenia se enfrentaron a puñetazos dentro de la Basílica. ¿La razón? Cada uno acusaba al otro de violar el Status Quo.
«Con disposición y buena voluntad es fácil aplicarlo, pero no la hay siempre«, admitió a BBC Mundo el fraile franciscano Salvador Rosas, quien pasó casi una década en Tierra Santa.
Rosas, quien es oriundo de Jalisco (México), explicó que «todos los frailes que están en la Basílica tienen que aprender el Status Quo». No obstante, aseveró que no hay un curso específico para ello.
«Se logra con el tiempo, al seguir las instrucciones que los superiores nos dan y, sobre todo, con la repetición constante de los ritos, de los horarios y de los lugares donde se celebran», explicó.
El religioso comparó al acuerdo con un reloj en el que «si cada pieza está en su lugar, bien instalada, ajustada y aceitada, entonces la maquinaria no se retrasará, adelantará ni detendrá».
«El Status Quo permite que cada comunidad exprese su acción de gracias en su lengua y con toda la belleza que implican la diversidad de ritos«, dijo.
«Más que imponer reglas y obligaciones yo creo que el Status Quo ofrece oportunidades«, agregó.
No obstante, el pacto provoca situaciones curiosas e insólitas. Por ejemplo, cada Miércoles de Ceniza los frailes franciscanos colocan una escalera de aluminio detrás de la llamada piedra de la unción, donde, según la tradición, se preparó el cuerpo de Cristo para su sepultura.
Antes la escalera se utilizaba para encender los candelabros que cuelgan del techo, pero ya no se emplea para ello. Sin embargo, según el acuerdo, si los franciscanos no la colocan perderían el derecho a usarla. Y para evitar que esto ocurra los frailes la ponen y la dejan durante semanas, sin importar que no sirva para ningún propósito y estorbe a los peregrinos.
Otra escalera permanece desde casi 300 años sobre la fachada del templo y como no pertenece a ninguna comunidad en específico no se puede mover, a menos que así lo decidan todas.
Nadie enciende una vela que no esté en su área ni puede mover una silla un centímetro sin consentimiento, porque ello puede provocar rifirrafes.
«En una ocasión la comunidad armenia que colocó una estructura al exterior de la Basílica y lo hicieron durante la noche, para que ninguna de las otras comunidades se diera cuenta. Al día siguiente fue el acabose: Cartas para aquí y para allá, protestas y discusiones que no pararon hasta que la estructura fue retirada«, relató Rosas.
Pero lo más llamativo es que la llave de las puertas de la Basílica no está en manos de ningún cristiano ni siquiera de las autoridades israelíes, sino de una familia musulmana. Desde la Edad Media los Joudeh, con ayuda de los Nusseibeih, abren y cierran el recinto.
La necesidad obliga
En 2015 los representantes de las tres iglesias que administran la Basílica (griega, armenia y católica) invitaron a expertos de la Universidad de Atenas a revisar el edículo, el templete del siglo XIX levantado sobre la tumba de Cristo. Las alarmantes conclusiones forzaron a las partes a dejar a un lado sus diferencias.
La estructura estaba en riesgo de colapsar si no se restauraba con urgencia. En 2017, y tras diez meses y casi US$ 7 millones, el edículo se reabrió.
No obstante, los trabajos revelaron que el resto del templo también necesita una intervención, en particular su suelo, pues está en peligro. Las partes mantuvieron el pacto y en 2022 se inició la segunda fase de las obras.
«Gracias a la restauración del edículo se ha producido un acuerdo extraordinario y se han reducido los conflictos«, afirmó Johnson.
Por su parte, Pérez Gondar ofreció otros motivos que parecieran estar facilitando la convivencia entre las distintas comunidades.
«Los cristianos en Tierra Santa son cada vez menos, porque son perseguidos por ambos bandos. Para un israelí todo aquel que no es judío es árabe y para los musulmanes si no eres árabe, pues eres un posible enemigo y eso ha provocado un éxodo de los cristianos», comentó.
«Al ir disminuyendo la población cristiana se ha ido facilitando un entendimiento entre las distintas confesiones, porque no tienen más remedio. Se está produciendo una comunión de facto, los latinos van a misas a templos ortodoxos o se casan con maronitas o armenias y eso está favoreciendo entendimientos entre los líderes religiosos para mantener la Basílica», explicó.
El tiempo dirá si el mandamiento nuevo que Jesús impuso: «amar al prójimo como a ti mismo» es seguido por los religiosos que están en el sitio, donde se cree que él resucitó.