Para el estudio, que fue publicado en el Diario de la Neurociencia, estudiamos el desempeño de 163 niños de entre 6 y 30 meses.
Los niños llevaron consigo un pequeño grabador de audio especialmente diseñado para esta prueba durante unos tres días.
De esa manera pudimos grabar todo el lenguaje al que están expuestos, no solo cuando los adultos les hablan directamente sino también si les hablan sus hermanos o hermanas o lo que escuchan cuando los adultos hablan con los otros menores de la casa.
De forma paralela, también estudiamos el desarrollo del cerebro de estos bebés.
Venían al hospital cerca de la hora de dormir junto con sus padres y se acomodaban en la que llamamos «la sala del sueño».
Cuando finalmente se quedaban dormidos, los conducíamos a otra sala donde se les realizaba un estudio de ultrasonido del cerebro.
Los niños estaban protegidos con auriculares especiales para este tipo de estudio. Afortunadamente la mayoría estuvieron dormidos durante los 40 minutos que duró el examen.
Desarrollo cerebral
Las evaluaciones que les hicimos a los niños estaban centradas en la mielina.
La mielina crece como una capa alrededor de las células nerviosas del cerebro, lo que permite una comunicación más eficiente entre ellas.
Lo que más nos importaba era la cantidad de mielina en las áreas del cerebro asociadas al procesamiento del lenguaje.
La pregunta que nos habíamos hecho era si los niños que escuchaban más el habla de quienes los rodean tendrían más cantidad de mielina en las regiones que procesan el lenguaje en el cerebro.
Si la respuesta era afirmativa, podríamos sugerir que estos niños potencialmente tendrían unas habilidades para el procesamiento del lenguaje mucho más sofisticadas.
Y eso fue exactamente lo que hallamos.
Los bebés de dos años y medio que escucharon más palabras de sus adultos más cercanos durante el periodo de grabación tenían más mielina en las regiones cerebrales asociadas al lenguaje.