Todo el mundo se empeña en decir que la cosa está mala, queriendo referirse con ello tanto a la situación económica del país como a la personal de cada uno de nosotros.
Pero al mismo tiempo vemos llenos de gente los bares y restaurantes más caros, cada día hay más yipetas y autos de lujo en las calles y el Gobierno anuncia obras millonarias en cada visita sorpresa que hace el Presidente de la República a cada rincón de la geografía nacional.
¿Está de verdad mala la cosa o es ésta simplemente una expresión escapista que se han inventado los que más tienen para disimular el bienestar y no caer en ganchos?
Ni lo uno ni lo otro. Lo que pasa es que en esta República Dominicana nuestra conviven dos naciones al mismo tiempo, solapadas, superpuestas, muy rica la una y muy pobre la otra; pero ambas atacadas por los mismos virus de corrupción, crimen, falsedad y carencia de valores.
¿Hasta cuándo podremos sobrevivir así? ¿Puede un organismo vivo estar perennemente saludable por fuera mientras una enfermedad incurable lo mantiene podrido por dentro? Es poco o nada lo que aquellos muy pobres pueden hacer por los favorecidos de la fortuna, pero éstos sí puede hacer mucho por aquellos, por ellos mismos y por la nación.
Estamos a tiempo de frenar la caída total. Con el ejemplo desde arriba, con valentía, con sacrificio. Tres mercancías costosas y difíciles de encontrar, pero que vale la pena seguir buscando a cualquier precio.
La cosa no está mala. Los malos somos nosotros.