Uno de cada dos niños menores de 10 años en Latinoamérica tenía dificultades en 2019 para entender un texto sencillo. Para el 2022, la proporción se eleva a cuatro de cada cinco. Como en África.
Estas cifras del Banco Mundial, citadas por la revista “The Economist”, debieran hacer sonar todas las alarmas.
Resultan de haber cerrado nuestras escuelas por presiones sindicales durante 63 semanas, sin que la virtualidad de la educación remota pudiera reemplazar la realidad en país alguno y sin que la necesidad de contener el contagio de Covid-19 lo justificara. (https://www.economist.com/international/2022/07/07/covid-learning-loss-has-been-a-global-disaster)
Las pruebas internacionales al respecto, organizadas por la OECD, colocaban en 2018 a casi toda Latinoamérica en el tercer grupo de países con peor nota. Chile es el último del segundo grupo y RD el penúltimo del tercero, seguido de Filipinas (https://factsmaps.com/pisa-2018-worldwide-ranking-average-score-of-mathematics-science-reading/).
Este dudoso honor acentúa las desventajas relativas de Latinoamérica frente a otras regiones que imparten mejor educación.
Los cuatro países mejor calificados, según la OIT, son todos asiáticos. En orden descendente: China, Singapur, Macao y Hong Kong. Corea ocupa la novena posición. (https://ilostat.ilo.org/topics/labour-productivity/).
Esto explica por qué el trabajador tiene, en esos países, una elevadísima productividad laboral. La de Singapur es la tercera del mundo, superando 3.5 veces a la dominicana. Corea del sur la duplica.
Impensable para los coreanos dormirse en sus laureles, luego de 35 años de ocupación extranjera y tres de cruenta guerra.
Su incomparable progreso económico habría sido imposible sin un avanzado sistema educativo –con profesores bien pagados, calificados y respetados– invirtiendo anualmente más de US$13 mil por estudiante, cifra que no alcanza ningún país latinoamericano.
Por si fuera poco, después de clases las madres entienden que terminó la diversión para pasar al verdadero trabajo, asistido en casa por profesores particulares pagados privadamente.
Aun así, es mucho lo que deben hacer las empresas coreanas de alta tecnología para llevar los empleados que recluta al nivel requerido por sus estándares de calidad del servicio, innovación y productividad.
Por ello, el Ministerio coreano de ciencia y tecnología anunció un nuevo programa para formar “expertos digitales” en un consorcio público-privado que comenzará en septiembre 2022.
“Las universidades tendrán instalaciones de alta tecnología para la investigación científica, en las que los estudiantes mejor dotados puedan educarse y entrenarse en los temas de su interés”, dijo el viceministro Park Yun-kyu en el parque científico de LG al suroeste de Seúl.
(https://www.koreatimes.co.kr/www/tech/2022/07/419_332346.html).
Los programas de maestría y doctorado abarcarán inteligencia artificial, metaverso, semiconductores y ciberseguridad. Las licenciaturas cubrirán, además, aplicaciones relevantes para la fabricación de piezas, materiales y equipamientos industriales.
Esta iniciativa se complementa con la generosa oferta de dos filiales del grupo SK – responsables de telecomunicaciones (SKT) y semiconductores (SK Hynix) – de compartir con 20 universidades su currículo para la capacitación laboral en inteligencia artificial y tecnología de semiconductores (https://www.koreatimes.co.kr/www/tech/2022/07/419_332345.html).
¿Cuántas universidades latinoamericanas tienen programas similares?
¿Podrían aprovecharlos nuestros estudiantes con su deficiente formación?
¿Podremos captar en estas condiciones las inversiones de alta tecnología que necesitamos para aprovechar el “nearshoring”?
¿Qué hará Latinoamérica para revertir la tragedia provocada por tantas semanas con las escuelas cerradas?