Quizá sea el espacio del que muchos rehuyen por no considerarse aptos para hacer algo, otros porque no les atrae y algunos recrean sus momentos más memorables en torno a ella.
De lo que sí no hay manera de escapar a ella, porque el producto que sale de allí, involucra todos nuestros sentidos, es el lugar donde nos nutrimos, nos alimentamos.
Es la fijación más vívida de la memoria, porque los recuerdos casi siempre involucran un plato memorable. Historias que se construyen a partir de los ancestros, con el detalle y la emoción involucrada al prepararlo. Y es que desde el apapacho que se siente al tomar una sopa preparada con amor, hasta un momento de disgusto pueden reflejarse en un plato.
La armonía de sabores, el olor, la frescura, transportan y dejan huella. Transforman un simple ingrediente en algo emblemático y con significado, bajo el enfoque y la creatividad de las manos que lo preparan y del placer del que lo degusta.