Cualquier duda sobre la fuerte torción ejercida sobre la condición del dominicano como sujeto de vida pública por los gobernantes de la Primera República queda despejada con el examen de lo que sucedió a continuación de la vuelta a la República.
A Báez lo tumbaron a finales de mayo del 66 y en el 68 estaba de regreso en la inauguración de un período que se extendería hasta el año 74, cuando fue echado del poder con candela. De todos los gobernantes de la República resucitada, ninguno tuvo tanto tiempo en el mando como Báez, que todavía volvería en el año 76 y permanecería hasta el 78.
Entre 1865 y 1879, cuando el ascenso de Gregorio Luperón al poder inauguró un período de los suyos que se extendería hasta 1899, con el asesinato de Lilís, hubo 16 presidentes en 14 años, tiempo en el que Báez gobernó 9, así que en los otros 5 hubo 15 presidentes.
Este ciclo, el tercero del pueblo dominicano camino de la realización nacional, evidenció una marca que todavía dura: la dificultad de escoger con inteligencia, la desconfianza en la administración pública y, desde un punto de vista propio de la teoría del conflicto de las corrientes sociológicas, la incapacidad para consolidar un sector social conscientes del papel del capital y el trabajo como combustible de la riqueza de una nación (el que tenga oídos, que oiga). En este plano siempre ha habido una expresión extranjera pujante que ha constituido la base de la explotación y gestión de la riqueza nacional y suplido la ausencia de tradición local.
Desde 1868 había en el oriente cubano una contienda que se extendería hasta el año 1878, la Guerra Grande por la independencia de Cuba, porque prendió un segundo episodio en 1880, la Guerra Chiquita, de unos dos años y, por último, un tercero a partir de 1895, el de Martí y Gómez. Aquel conflicto fue la base del establecimiento en Santo Domingo de familias y capitales que contribuyeron a sentar las bases de una corriente empresarial dominicana, que todavía existe.
La expansión material de la vida dominicana propició, además, el enriquecimiento de la cultura popular con los obreros extranjeros del Caribe oriental y de Haití.
Otro episodio cubano, la revolución de 1959, de la que surgió el actual Estado socialista afiliado al bando soviético en la Guerra Fría, también ha implicado para Santo Domingo ampliación y profundización de sus relaciones con Estados Unidos de América y la instalación de cerebros y negocios que de otra manera hubieran permanecido en Cuba.
Que los próceres de 1865 se fueran al pasado a buscar a Báez es un hecho lleno de sugerencias acerca de la época y del destino dominicano, pero se acabó el espacio, no caben las inferencias.