Millones de dominicanos viven hoy día en un Estado republicano y morirán sin nunca preguntarse qué importancia tiene esto. Los pueblos no suelen poner atención a estos detalles con tal de que los gobernantes propicien las condiciones en las que puedan generar ingresos, divertirse, acostarse sin hambre y ser alcanzados por alguna forma de movilidad social, es decir, sentir que progresan.
Cuando este ambiente práctico no es propiciado por los gobernantes, la gente se va y si no puede irse acumula descontento al que empieza a buscarle compañía en la insatisfacción de los otros, con el resultado de situaciones explosivas como las que se originaron en el país en el año 1863, dos años después de que hubiera sido liquidada la República, la única vez que murió, bajo la dirección del caudillo al que le había sido dada la custodia, y a quien se refiere José Gabriel García con estos términos:
“…galardoneado con los empleos de teniente general de los reales ejércitos y gobernador civil y capitán general de la parte española de la isla, y teniendo en perspectiva el cargo honorífico de senador del reino, una pensión vitalicia de 12 mil pesos anuales, el título nobiliario de marqués de Las Carreras y otras distinciones análogas, que en un momento de ofuscación política había preferido al título de libertador de la patria, que en hora de febril entusiasmo hubieron de conferirle inmediatamente sus conciudadanos, muy lejos de sospechar que llegaría un día en que había de pisotearlo..” (Compendio de la Historia de Santo Domingo, Pág. 298, volumen 2 en Obras Completas, edición AGN-Banreservas).
La República empezó a ser reflotada en el año 1863 con el conato revolucionario de febrero en Neiba y Santiago. En agosto estalló una guerra que dejó sin aliento a los jefes militares de la anexión, quienes habían visto al sanguinario Santana de las ejecuciones de mayo en Moca y del Cercado en julio, de 1861, y acaso pensaron que no podía haber más capacidad para la violencia a la vista, pero todavía les faltaban las nefandas confrontaciones con el machete de los restauradores en San Quintín, Santiago, Camino de Puerto Plata y finalmente en todo el país.
Una mirada desde la distancia puede hacer pensar que la única razón de ser de la independencia era vivir separado de Haití.
Por ninguna parte surgía un programa económico que permitiera sentar las bases materiales de una vida independiente y satisfactoria para la mayoría de la población y como España era un país europeo, es posible que algunos, incluidos los que idearon la anexión, pensaran que la condición económica y administrativa iba a mejorar, pero ese es un terreno en el que los avances se hacen notables con el tiempo, no es como frotar una lámpara y encargar a un esclavo mágico que lo haga por nosotros.
La República fue revivida sin Santana, pero le quedada Buenaventura Báez.