Un presidente que debió salir del poder en 1928, pero que lo hizo en 1930, facilitó el establecimiento del trujillato.
El pasado es para consultarlo, no para entregarle el presente; es para examinar las alternativas de una nación y preguntarse, ¿por qué fueron escogidas estas opciones?, no para dejarlo que construya con las artes de circunstancias que una vez fueron vitales, en una realidad nueva.
En los líderes de la política dominicana el poder es un vicio como lo es el juego en la personalidad de millones de sus connacionales.
Vásquez estuvo en la encerrona de Moca contra Lilís, en la vicepresidencia del gobierno de Juan Isidro Jimenes Pereyra, contra el que se alzó y accedió al poder en 1902, del que fue desalojado en 1903 por otra revolución. En 1924 ganó la Presidencia, en la que debía estar hasta el 28; una interpretación jurídico-política estableció que fue elegido bajo la Constitución de 1908, que establecía períodos de seis años.
Al final del mandato, en el 30, un movimiento cívico militar lo depuso y el general Rafael Trujillo se hizo del poder, en el que estuvo hasta 1961.
Luis Felipe Mejía, quien describe con detalles casi periodísticos el período entre la muerte de Lilís y la apropiación del poder por Trujillo, dice que el de Vásquez fue un gobierno progresista como la nación dominicana no había tenido otro igual. “Acueductos, puentes, carreteras, canales de reguíos, escuelas de agricultura, colonias agrícolas y hospitales, construidos en aquel período, lo confirman” (De Lilís a Trujillo, Pág. 238, Editora de Santo Domingo, 1976).
En los dos casos, 1865 y 1924, al pasado, llevado al presente, se le dejó ejercer según su característica. Luis Felipe Mejía le hace reparos políticos y de carácter a Vásquez, pero él ni otro ninguno de los que se han ocupado de su administración dicen que fuera un hombre venal, el informe de la Comisión Dawes, de 1929, señala casos de corrupción sistémica, pero de lo único por lo que al parecer se puede responsabilizar al Presidente fue por no haberla perseguido.
De hecho la investigación que produjo el informe fue pedida por el presidente al gobierno de los Estados Unidos.
Trujillo se instaló en el poder y su golpe pareció convocar el pasado, pero en poco tiempo los viejos caudillos, como Desiderio Arias y Cipriano Bencosme, cayeron bajo el peso de la nueva situación, que era la de un país más comunicado, una población desarmada y la unidad del aparato represivo bajo un único mando, algo contra lo que hoy piensan los “consultores” a propósito de la reforma policial.
De esta manera, con un país fundamentalmente aislado, al que se le construyó en Haití no un país vecino con el que se comparte todo, sino al enemigo agazapado detrás de un arbusto para quitarle la vida al dominicano, discurrieron los 31 años de la Gran Dictadura.