En la número 9 de Notas al pie de la independencia (https://eldia.com.do/independencia-nacional-un-territorio-despoblado-9/) fue referido que, según Frank Moya Pons en uno de los ensayos de su libro El pasado dominicano, en el año 1819 vivían en Santo Domingo unas 71 mil personas. Un censo de 1782 había arrojado una población 119 mil 600 personas.
En una ponencia del pasado año 9, Emilio Cordero Michel, con ocasión de los 200 años de la reincorporación a España, (https://eldia.com.do/la-independencia-nacional-la-fragil-dominicanidad-3/), citada en la nota 3, señala que en el año 1808, con el final de la Era de Francia, la población era de 80 mil personas, de las cuales 18 mil eran negros esclavos, 2 mil negros libres, 50 mil mestizos y 10 mil blancos.
Se puede suponer que de entre blancos y mestizos estaba formada la élite de la sociedad de entonces, a la que se pretende hacer heredera de la cultura y la sangre de los españoles llegados con la conquista y la colonización de la isla desde 1493, ¿por qué irse tan lejos? En el período de la vida nacional entre el Tratado de Basilea, firmado en julio de 1795, y el 9 de febrero de 1822, cuando fue proclamada la unificación de la isla bajo la bota del militarismo haitiano, tenemos la génesis económica, social, política y cultural de lo que con el tiempo y las vicisitudes sería la nación dominicana.
Esto no quiere decir que entre los diez mil blancos de los que habla Cordero Michel no hubiera una reducida élite urbana —criolla, por cierto— heredera de la cultura española y unos empobrecidos hateros que a su vez retuvieran la costumbre de las grandes posesiones de tierra para el corte de madera y la crianza de ganado que los convertían en los grandes potentados y que entre los dos constituyeran la nata de la sociedad de entonces.
Pero a su lado había 20 mil personas clasificadas negras en el censo, de ellas 18 mil esclavos. ¿Qué heredaban estos del largo pasado en una tierra de la que no podían huir y de una sociedad en la que eran cosas? Prejuicios.
Junto a negros y blancos había 50 mil mestizos. ¿No deberían la sociología, la sicología social, la antropología y la historiografía dominicanas —los periodistas no, que esos sólo incordian— dar un giro al estudio de este pueblo? Acaso se harían comprensibles la arritmia de Bosch, las gallos que refieren tantos visitantes, molicie, bachata, ludopatía y el cinismo característico.
En su primer ciclo el pueblo dominicano era mestizo, negro y blanco. Vivía perplejo por su incapacidad para hacerse cargo de sí mismo, como lo refleja en su quintilla el cura Juan Vásquez (+1805, incendio de Santiago): Ayer español nací/ a la tarde fui francés/ a la noche etíope fui/ hoy dicen que soy inglés/ no sé qué será de mí.