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Ciclones y otras yerbas

El aviso de que ya estamos dentro de la temporada ciclónica de este año es una campanada para despertarnos del dulce sueño que nos adormece en más de un aspecto de nuestra vida en sociedad.

Hemos vivido muy tristes experiencias en materia de calamidades que pudimos haber previsto y no lo hicimos, talvez por ese vicio de nuestra administración pública consistente en nombrar a cualquier “saltapatrᔠen funciones delicadas que requieren de un especialista en la materia de que se trate.

Este es un llamado para que hagamos caso a los que saben. Un terremoto no puede preverse, como tampoco un incendio, ni otros cataclismos con los cuales tenemos que enfrentarnos de “tú a tú”, pero aún en esos y otros casos similares existen reglas y normas que, de ser observadas al pie de la letra, contribuirían a minimizar los daños sufridos.

El ciclón, en cambio, es perfectamente previsible y los avisos suelen ser frecuentes y oportunos. No hay, pues, excusas para que se produzcan mayores daños por esa causa. Es un desafio que tenemos por delante. Aceptémoslo con firmeza.

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