El pianista, compositor y arreglista cubano Chucho Valdés, figura más influyente del jazz afrocubano moderno, durante una entrevista con Efe en su visita a España con Jazz Batá, su nuevo proyecto musical. EFE/Emilio Naranjo
Madrid.- A punto de cumplir los 80, el pianista de jazz afrocubano Chucho Valdés ya está pensando en un disco electroacústico para dentro de un par de años.
Pero de momento está centrado en la resurección de Jazz Batá, mítico grupo que fundó en los setenta y con el que tenía una cuenta pendiente, confesó a Efe.
Con este proyecto, y sus mejores canciones de 60 años de carrera, el cubano aterrizará el próximo 25 de junio en Sevilla (sur), en el Singular Fest, para comenzar una gira por España que concluirá el 11 de diciembre, y en la que estará acompañado por su tradicional cuarteto formado por Georvis Pico Milian (batería), Reinier Elizarde Ruano (contrabajo) y Pedro Pablo Rodríguez Mireles (percusión). Con ellos ha dado un nuevo ímpetu a Jazz Batá.
“Es un camino que llevaba en la década de los 70, y del que surgió mi banda Irakere. Fue muy novedoso porque eliminamos el drum y lo sustituimos por una serie de instrumentos afrocubanos como la conga o los tambores batá”, utilizados en la música ritual de la religión yoruba en Cuba, explicó.
Con esta sonoridad más afrocubana grabaron un solo disco, “Jazz Batá” (1972) que “realmente marcó un cambio en la época y en el concepto de lo que se estaba haciendo con el jazz afrocubano y el latin jazz”, señaló.
“Al pasar el tiempo me di cuenta de que esa era una cuenta pendiente. En 2018 decidí retomarla, pensando que podíamos superar aquel trabajo”, algo que a su juicio ha logrado el álbum “Jazz Batá 2”, que consiguió el Grammy Latino al Mejor Álbum de Jazz Latino 2019 y está considerado uno de los 50 mejores álbumes latinos de la década por la revista estadounidense ‘Billboard’.
¿Y por qué es mejor ahora? “En primer lugar, por la tecnología de esta época, que es muy superior, y después por la evolución y lo que hemos aprendido para hacer algo más profundo y más elaborado”, dijo.
En cuanto a él mismo, cree que en estos 49 años ha avanzado en “concepto, estructuras, tímbrica, el concepto de los solos y la improvisación».
Pero Valdés mira también al futuro, porque reconoce que “Jazz Batá 2” no ha llegado aún donde él quiere. “Ya tengo en la cabeza las ideas y creo que en un par de años las iré madurando, para hacer ‘Jazz Batá 3′». Y adelanta que pasaría del acústico a la electrónica o al electroacústico.
El compositor y arreglista cubano fue el segundo músico de su familia, tras su padre, Bebo Valdés, y a ellos les siguieron otros como su fallecida hermana Mayra, a quien recuerda como la mejor cantante de latin jazz de Cuba, su otra hermana, Miriam, profesora de piano, su sobrino “Cucurucho”, un “pianista increíble”, su hijos Emilio, percusionista, y “Chuchito”, pianista.
“Yo creo que eso está en los genes porque ninguno hemos tenido la obligación de ser músicos, todos hemos escogido el camino de forma natural, por deseo, por inspiración”, resaltó.
También tiene en la sangre una vertiente educativa, ya que su tío Emilio, hermano de Bebo, era un importante pedagogo.
“Empecé a estudiar, además de música, la carrera de magisterio. Mi tío tenía mucha influencia en mí y quería ser maestro también”, remarcó.
Finalmente ha podido desarrollar esta vocación a través de una academia virtual de música (chuchovaldesacademy.com), que según dice le está funcionando muy bien.
También lleva a cabo proyectos como la emisora de música cubana Sirius XM. Respecto a cómo le ha afectado la pandemia, aunque reconoció que dejar de dar conciertos en directo ha sido “como un cubo de agua fría” y que le queda la sensación amarga y la melancolía de los amigos que no volverá a ver, quiere extraer lo positivo de la experiencia.
“Nunca tuve tanto tiempo con mi familia y nunca me imaginé que podría estar un año y medio en mi casa. No hubiera podido nunca tener esa oportunidad ni creo que la vuelva a tener”, añadió.