En República Dominicana ha proliferado el chantaje y la diatriba como actividades mercuriales que hasta ahora han resultado ser muy lucrativas.
Empezó con figuras de mucho perfil público y al verse la falta de consecuencia y la rentabilidad, se fue expandiendo hasta el punto de que la dinámica empieza a expandirse.
Ahora también tenemos a personas que alcanzan el alto perfil público al meterse a la actividad del chantaje y la diatriba.
Incluso, reconocidos narcotraficantes con fascinación por la farándula usaron y usan a personeros para chantajear y atacar a quienes no le pueden llegar por la vía del soborno o a quienes consideran como adversarios porque enfrentan sus actividades criminales.
Las redes sociales han dado herramientas para esas actividades, pero lo cierto es que el inicio de esta práctica es anterior a la aparición de estos modernos medios para comunicarse.
Aunque el chantaje y la diatriba siempre han existido, la proliferación de ahora se debe a que no tiene consecuencias y a que lo usual terminan obteniendo beneficios.
El Estado tiene la obligación de abordar este asunto, aunque a quienes se le encomiende esa responsabilidad sea blanco de esos cacos del siglo XXI.
El chantaje ya forma parte importante de las armas que usa el crimen organizado y para ello utiliza personas que suelen presentarse como “irreverentes innovadores”.