Durante toda la historia el ser humano ha sabido incorporar los recursos más novedosos para mejorar su capacidad de comunicación y en cierta medida esa ha sido una de las claves que identifican la potencia del motor que mueve el desarrollo social.
La historia de la comunicación se cuenta de manera transversal a la de la humanidad misma. Incluso, es más antigua que la historia de las ideas políticas o la historia del arte.
Los modernos instrumentos de comunicación, individuales o de masa, actuales son los propulsores de cambios tan profundos y acelerados que algunos teóricos los catalogan como un “cambio epocal”.
Esos mismos medios modernos han permitido que cada ciudadano tenga la posibilidad de administrar una cuota del poder que da la comunicación y por tanto también tienen una cuota de responsabilidad de lo que se hace con ese poder.
Lamentablemente, muchos están reprobando, y en esa incapacidad de administrar para el bien común el grano de poder que les corresponde están dañando la sociedad.
Los medios digitales y las redes sociales tienen una natural predisposición para el bien común, pero también pueden ser instrumentos para el chantaje, diseminar odio, difundir mentiras y atrofiar la sociedad en sentido general. La responsabilidad es de cada quien.