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Causas y cauces

Desde hace décadas cada gobierno dominicano y ayuntamiento de Santo Domingo ha declarado su intención de rescatar los tres ríos que enmarcan a la ciudad primada de América.

El Ozama, en cuya ría se anclaron las primeras carabelas españolas para fundar la que fue Atenas del Nuevo Mundo; el Isabela, afluente de este cuyo bello nombre evoca el de la reina de Castilla; y el Haina, gran vía fluvial que trae aguas desde las tierras altas del Cibao.

Pocas urbes poseen la bendición de estar rodeadas de tres ríos y sus numerosos arroyos y cañadas. Quizás también pocos países del nivel de desarrollo de la República Dominicana, orgulloso de sus protegidos bosques y parques nacionales, han permitido una degradación secular tan bárbara y progresiva como la padecida por los ríos Ozama, Isabela y Haina.

Por eso sonreí al ver hace pocos días el decreto 531-25, que declara de alta prioridad la recuperación de los ríos Ozama e Isabela. Volvemos a la carga, al menos en la intención que ojalá esta vez funcione.

Muchos especialistas dicen que el desastre se debe al crecimiento urbano sin planificación e irrespeto impune de las leyes medioambientales.

Esa no es la causa, sino una consecuencia de la raíz de la mayoría de nuestros problemas: la constante violación flagrante e impune de reglas, normas y leyes.

Es duro decirlo, pero las miles de familias que viven precariamente en terrenos ribereños y barrios adyacentes, han sido ocupantes ilegales de solares con propietario legítimo. Parecen cosas inconexas, pero el irrespeto a la propiedad privada y sus múltiples consecuencias son la causa raíz del desastre. Nunca nada bueno sale de la ilegalidad.

Como sociedad, nos hemos quemado tantas veces en la materia del imperio de la ley y el debido proceso, que la Providencia nos sigue mandando pruebas para poder pasar de curso… Ojalá este nuevo decreto sea el último dictado para lo mismo.

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José Báez Guerrero

Abogado, periodista y escritor dominicano.

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