
Diría que el Código Penal dominicano es de cuando “Cuca bailaba”, pero mentiría. Cuando se creó ni los padres de Cuca se habían conocido.
Nuestra normativa penal data de 1884, y se basa en normas aún más antiguas. Contiene una serie de multas ridículas y penas leves. Deja fuera nuevos tipos de crímenes y delitos.
Este tema volvió a la palestra tras la tragedia del Jet Set, donde perdieron la vida 236 personas, y cuyos responsables recibirán, como mucho, penas de dos años. Pues el homicidio involuntario, aún con agravantes, tiene penas muy bajas, y como tampoco existe el cúmulo de penas, da lo mismo que haya muerto una persona o que sean 236.
Lo mismo pasa con todos los demás crímenes y delitos: la condena no se suma.
Hay un proyecto de nuevo código penal, el cual establece mayores sanciones, así como el cúmulo de pena. También reajusta multas e incorpora nuevos tipos de crímenes y delitos.
Sin embargo, este proyecto ha ido y venido del Senado a la Cámara de Diputados y viceversa. Estuvo, incluso, una vez aprobado, y el presidente de la República de ese entonces lo observó y lo devolvió al Congreso.
La “excusa” para este mareo ha sido el tema del aborto, que ha servido para picharle el juego a quienes se sienten cómodos con una ley penal obsoleta y arcaica.
¿No se puede aprobar un nuevo código, dejando ese tema tal como está, y luego seguir el debate sobre ese punto? No es justo seguir condenando a todos los dominicanos a vivir bajo un sistema penal débil que nos desampara ante la criminalidad.