Carter
Optar por no combatir más contra su enfermedad terminal tras llegar a cien años de vida pródiga, entre cuyos méritos está haber presidido Estados Unidos, revela mucho sobre el carácter de Jimmy Carter, el ingeniero nuclear y colono manisero de Georgia recordado con mayor reconocimiento como elder statesman que por su controversial gobierno.
Es quizás el gobernante con mayor rectitud moral, jamás involucrado en indelicadezas ni corrupción.
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Le tocó gobernar tras Watergate y la pérdida de Vietnam. Al privilegiar los derechos humanos sobre el interés imperial gringo, perdió el respeto de Cuba que le envió marielitos y envió tropas a África; entregó el canal de Panamá al corrupto dictador Torrijos; perdió Nicaragua a los sandinistas e Irán al radical Khomeini; observó pasivamente la invasión soviética de Afganistán y su país sufrió reveses sin represalias ni consecuencias. Internamente, la inflación, altísimos intereses y el desempleo devastaron la economía.
Sin embargo, Carter fue un protagonista imprescindible para el traspaso del poder al PRD en 1978. Supe que cuando Carter constató cuán ciego y frágil lucía Balaguer, intensificó el rapport con el PRD en previsión de su posible triunfo electoral. Descanse en paz este ejemplar estadista y líder moral pese a su mala presidencia.
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