SANTO DOMINGO.-La Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) dio a conocer hoy su Carta Pastoral a propósito de la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, que se celebra cada 21 de enero, dedicada esta vez a «La Vida Consagrada» a favor de la Iglesia y la sociedad en los campos de la educación, la salud, la promoción humana y la fe.
También destaca el rol de aquellos que optan por el celibato y dice que este «es un carisma, don del Espíritu para la realización del reino, libremente dado y libremente aceptado».
Critica la idolatría del dinero y sostiene que el voto de pobreza es parte de la Vida Consagrada, la cual asume el no poseer para ser más libre en la total disponibilidad para Dios.
”El consejo evangélico de pobreza, a imitación de Cristo, que, siendo rico, se hizo indigente por nosotros, además de una vida pobre de hecho y de espíritu, esforzadamente sobria y desprendida de las riquezas terrenas, lleva consigo la dependencia y limitación en el uso y disposición de los bienes, conforme a la norma del derecho propio de cada instituto”, dice la Carta de los obispos .
La pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del corazón humano, añade.
Y señala que los consagrados y consagradas están llamados a ser “pobres según el ejemplo de Cristo en el uso de los bienes terrestres necesarios para el sustento cotidiano” , “y a responder a la llamada dramática de los pobres” .
“Este voto de pobreza los libera de exigencias de comodidad” , “desemboca en la comunión de los bienes” “y exige una entrega al trabajo servir a los más pobres»
La Carta Pastoral con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen Gentium (LG), sobre la Iglesia, destaca que la «Vida Consagrada» es «una forma estable de existir en la cual hombres y mujeres bautizados, llamados por Dios Padre a vivir de una manera particular y radical los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, siguen más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo y se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo».
Los obispos critican «la cultura hedonística que busca en la sexualidad sólo el placer egoísta y sin ninguna norma moral objetiva, promoviendo una especie de idolatría del instinto, la vida consagrada responde con la práctica gozosa de la castidad perfecta, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana»
Los obispos exhortan a mirar al pasado con gratitud, al presente con pasión y el futuro con esperanza.