Carta de México
Aprovechando mi estancia en Burdeos, subí al tren rápido rumbo al sur. En dos horas llegamos a Hendaya, en la frontera con España.
Allí, a unos pasos de la estación del tren, abordé el metro, ahí llamado Euscotren. Mejor conocido como El Topo. A un costo de dos euros y treinta céntimos, y en media hora, ya estaba en el centro de San Sebastián. Es un servicio de primer mundo: rápido, barato, limpio, vagones modernos y señalización inequívoca.
Pasar tres días en la señorial ciudad, con temperatura promedio de veinte y tres grados, en pleno otoño, fue un sueño. Y visitarla durante el Festival Internacional de Cine lo hizo más agradable.
La gente de cine se veía por todos lados. Había celebridades: Antonio Banderas, Denzel Washington, Benicio del Toro, John Malkovich, entre otros.
Todos perseguidos por la prensa y sus admiradores. mal llamados fanáticos. Aunque no dudo que muchos lo sean.
El motivo principal de mi visita fue ver la más reciente película de mi yerno, el director de fotografía francés Pascal Martí, “Une nouvelle amie”, que obtuvo el premio de la Asociación Gay LésbicaTrans transgenérica.
La obra trata sobre el tema de la diversidad sexual. Profunda y divertida al mismo tiempo.
Pero regresando a San Sebastián, confieso que me impresionaron su arquitectura, civismo y urbanismo. Y ni hablar de la comida. Sin duda que tienen los mejores mariscos del Cantábríco. Que para muchos son los mejores del mundo.
Pero lo que verdaderamente me impresionó fue su Paseo del Mar, equivalente a nuestro Malecón, con algunas diferencias: es más pequeño que el nuestro ya que solo mide tres y medio kilómetros, no tiene el esplendoroso mar Caribe, y no tiene palmeras.
Lo que si tiene son tres bonitas playas, con aguas muy frías para mí, y la preciosa Bahia de La Concha. Además, todo el entorno está diseñado para el peatón.
La acera mide unos veinte y cinco metros de ancho por casi toda la extensión de las playas, reduciendo a dos los carriles vehiculares y con semáforos en cada esquina.
Con cafés y restaurantes ofreciendo lo mejor de la cocina vasca. Baños libres y limpios. Y servicios médicos de emergencia y ambulancia gratuitos , y brillante iluminación nocturna.
Pero regresando a casa, les cuento lo que le sucedió a una familia de amigos mexicanos quienes, a mis instancias, visitaron nuestro país el año pasado. Se hospedaron por tres días en el Jaragua antes de irse a Las Terrrenas.
Con tristeza me confesaron que admiraban el Malecón desde sus habitaciones pero nunca pudieron cruzar la avenida Jorge Washington, ya que el Malecón es una pista de carreras vehiculares. Intentar cruzar es arriesgarse a perder la vida. Qué pena.
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