El excesivo tráfico del Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo, si desde el quinquenio pasado preocupaba, ahora llega a niveles alarmantes e incontrolables a cualquier hora del día.

Y más que incontrolable en la zona urbana, el problema ya se replica, de manera gradual, en importantes ciudades del interior, sobre todo ya se siente de manera muy sensible en Santiago y parte de las provincias de este del país.

Las decisiones para corregir el mal se toma tiempo; y consume, normalmente, un impresionante presupuesto del Estado, porque las soluciones se traducen en contratar más agentes de tránsito, planes para hacer nuevos túneles, elevados, pasos a desnivel y otras obras viales alternativas para intentar hacer más fluido el tráfico de los vehículos en calles y carreteras del país.

Con una población en constante crecimiento, cada día hay más ciudadanos en las calles, obreros, técnicos, estudiantes, profesores, empleados privados de variada naturaleza que necesitan transportarse.

En la medida que esa población crece también aumenta el número de vehículos que entran en el tráfico.

Y crece, de igual forma, la contaminación y cúmulo de basura en vertederos a cielo abierto en puntos sin control de calles de impresionantes residenciales y barrios vulnerables.

De manera que hay que pensar en soluciones de Estado a corto y mediano plazo. Las autoridades del área no pueden seguir confiando que habrá control del caos del tráfico y de la galopante contaminación, sin tomar medidas sobre decisiones particulares o sectoriales que suman, a diario, más vehículos a las ya congestionadas avenidas.

La pregunta que nos hacemos es ¿qué sucederá con el paso del tiempo, cuando la cantidad de vehículos de Santo Domingo se quintuplique y sobrepase el nivel de circulación ya saturado que vemos a diario en las calles y las avenidas durante el día y parte de la noche? Esperamos soluciones.