Nadie crea que las lacras espirituales que afloran en redes sociales son cosa nueva; nuevo es el soporte para esas excretas emotivas. Desde el inicio de la república hubo cantaletas, insultos a cargo de voceadores, y gacetillas o pasquines. La relación entre la imprenta y Santo Domingo es curiosa.

El temor a la difusión de Biblias protestantes por ingleses y normandos, quienes merodeaban al norte desde el siglo XVI, hizo despoblar torpemente la costa atlántica, para evitar contrabandos e ideas religiosas o lealtades políticas odiosas para España.

El arzobispo de Santo Domingo denunció al rey Felipe II en 1594 que la isla iba “camino de perderse” para los católicos, pues el comercio de contrabandistas y corsarios era tan intenso y lucrativo que las gentes de la “Banda del Norte” habían olvidado todo respeto por la autoridad del Papa y de la Corona.

La Reforma de Lutero y Calvino, posibilitada por la imprenta, nos afectó tremendamente, clavándonos la espada de Haití. ¿Cómo afectará el curso de nuestra historia el actual desmadre de redes sociales?