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Camino a los 60 años: ¿era Caamaño amado o temido?

Miguel Febles Por Miguel Febles
Camino a los 60 años: ¿era Caamaño amado o temido?
📷 Miguel Febles

En mi opinión, Francisco Alberto Caamaño se quedó solo porque se le temía. De los que salieron con halo heroico de la guerra del 65, de la que se cumplen 60 años este mes, ninguno fulguraba tanto como este coronel.

Posiblemente a quienes lo admiran, por afinidad personal o ideológica, les encantaría una nota en la que se diga que era amado y admirado, pero mi opinión es otra.

Si pensamos a la sociedad dominicana de entonces como un todo y ponemos por un momento a un lado al coronel Elías Wessin, al general Antonio Imbert Barrera, a Caamaño, Juan Bosch y Joaquín Balaguer —los cuatro nombres que al final del concentrado período iniciado con el magnicidio del 30 de mayo del 61 y cerrado con la invasión iniciada el 28 de abril del 65 se habían apropiado del imaginario político como opciones ante el vacío de poder—, podemos alcanzar una idea de por qué Caamaño, Wessin e Imbert eran de temer: los dos primeros eran militares y el gatillero del 30 de mayo se impuso como general, un hecho que lo hacía sospechoso.

Los otros dos, Bosch y Balaguer, no eran ajenos al miedo de fondo a que el mando fuera a dar a manos de cualquiera de estos tres, vista la experiencia del trujillato, enquistado durante 31 años en el Poder sobre la base de la pólvora, la horca y el cuchillo.

La sociedad dominicana quería vivir el espacio de libertad, apropiación y emprendimientos que le habían sido vedados durante la tiranía. Y el gobierno de los Estados Unidos de América, que no era parte del sentimiento nacional, debía de estar enterado de ese temor en las élites económicas, sociales y culturales con las que trataba, y agregaba su propio temor, que debía de incluir a los tres guardias y a Bosch, este último porque no le parecía ideológicamente confiable a pesar de su esfuerzo por parecerlo.

Ante un aparato represivo dividido o desmoralizado, se decidió por derrotar a Bosch en el 66, que debió de haberlo agradecido, impulsar a Balaguer y liderar a los militares en un previsible largo período de contingencias.

Balaguer no hubiera soportado a Caamaño, pero Bosch tampoco, y las izquierdas inspiradas en el fidelato estaban formadas o lideradas por intelectuales, incapacitados por sus egos para cualquier proyecto colectivo. Una agrupación política de izquierda compuesta por cien miembros es, en realidad, un semillero del que pueden brotar cien partiditos como consecuencia de cualquier desacuerdo o aspiración personal.

Caamaño era temido por todos y por esta razón fueron dejándolo solo. Al iniciar su aventura guerrillera con 9 hombres en febrero de 1973 provocó un miedo que todavía se palpa en la memoria. Yo era un adolescente entonces y recuerdo muy bien el silencio, los susurros, y ninguna columna de apoyo camino de la montaña.

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