Camino a los 60 años: epílogo de valoraciones
Si se quiere entender hoy cómo es posible tanto empeño puesto en la política por la generalidad de los dominicanos del período 1961/65 —o si se quiere extender esta interrogante al lapso consecuente de la guerra de abril que a mí me gusta poner a concluir en 1978, cuando empezaron a salir de juego los bandos militares que le respiraban al lado a Joaquín Balaguer en “Los doce años”— inténtese comprender por qué tanta agonía y sacrificios en esta época por tener cosas.
Cada tiempo lleva consigo su propio afán. Entonces era la “negociación” de un contrato social y hoy día es el afán por tener cosas.
Entonces eran los ideales y los sueños, por los que se dejaban jirones de piel y hasta la vida. Lo único que mataba entonces las utopías era el poder. Cuando alguien lo alcanzaba desilusionaba. Juan Bosch desilusionó a muchos y el golpe lo recreó.
El vacío generado por el magnicidio del 30 de mayo no pudo ser cubierto por la dupla Balaguer—Ramfis, por el Consejo de Estado, el gobierno de Bosch ni el Triunvirato. Lo llenó el gobierno de los Estados Unidos de América, que a partir de abril del 65 se quedaría con el control del aparato militar, una facción de la dividida sociedad dominicana que no se arropó con la Bandera Nacional y se acogió a una salida que le estaba siendo propuesta, y por Balaguer—Bosch, uno porque estuvo dispuesto a gobernar bajo aquellas condiciones y el otro a irse del país a pensar la sociedad dominicana.
En “Los doce años” fueron sentadas las bases políticas y materiales que sustentan al pueblo dominicano de hoy y la conciencia de sí mismo que tienen profesionales e intelectuales a partir del encuentro con las raíces al que movió el pensador abstraído de la lucha por el poder con una obra clave: Composición Social Dominicana, y con su antecedente, Crisis de la democracia.
La confrontación por el Poder que llevó al 24 de abril del 65 no terminó con el acta institucional de septiembre del 65. Ahí están los bandos militares de “Los doce años”, los comandos armados, los asaltos, las “recuperaciones”, los entrenamientos de combatientes fuera del país y el traslado de Caamaño de Londres a Cuba, donde empezó a organizar su retorno a la patria como guerrillero.
Con la ejecución de Caamaño en la cordillera la desmovilización por EE. UU. del bando militar de “Los doce años” era asunto de tiempo.
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