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Cambios al parecer irreversibles

Roberto Marcallé Abreu
📷 Roberto Marcallé Abreu

Ausentarse por algunos años de República Dominicana nos enfrenta, al volver, con un sinnúmero de realidades tan desconcertantes y tristes como desconocidas.

Se puede hacer un alto y pensar muchas cosas, solo que la verdad es que el cambio, a todos los niveles, resulta asombroso, impactante y desconcertante. Quién sabe si hasta traumático. ¿Ocurrirá lo mismo en otros lugares y a otras personas?

He vivido o visitado ciudades como New York, Miami, San Francisco de California, Washington, Caracas, San Juan, Puerto Rico, San Francisco, Managua, Miami, Madrid, París… en la generalidad de esos lugares uno aprecia, luego de un específico periodo de tiempo, ligeros cambios. Me resulta casi imposible hacer una comparación con nuestro país donde las transformaciones resultan aterradoramente desconcertantes.

La pregunta que uno se hace es si en nuestro ámbito se multiplican los factores que provocan cambios tan desconcertantes como abrumadores.

En nuestro ámbito, todo cambia a una velocidad de vértigo. Ese hecho, al parecer, afecta de manera brutal la conducta de quienes, una vez, fueron parte de nuestro entorno. Personas con las que una vez compartimos, hoy se nos figuran como absolutos desconocidos.

En este ámbito de desconcierto la estabilidad y el equilibrio nos alcanzan en contados conocidos en los que uno descubre las personas que una vez fueron y, a Dios las gracias, no han dejado de ser.

Entre ellos el comunicador Alexis Almonte, Nino Díaz, Carlos Rafael Fernández y otros tantos. Me resulta grato citar a Milagros, Valette, Toledo, Molina, Tony Núñez, Virgilio, Manuel Colón, Gómez Mejía, Guarionex Rosa, Virgilio y otros que vienen de muy lejos.

Lo cierto es que las peculiaridades de nuestras vidas nos han ido distanciando de personas con las que compartíamos afectos, diálogos, momentos cruciales, diálogos relevantes. Es mucho lo que hemos cambiado como seres humanos, así como nuestro entorno. Un verso de una reconocida canción nos recuerda que “nosotros, los de ayer, ya no somos los mismos”.

Vale recordar otros tiempos en que actitudes tales como la franqueza, los afectos reales, los sentimientos, la ausencia de mezquindades y pequeñeces, el respeto y la amistad, poseían una esencia diferente. Lo cierto es que vivimos otros tiempos y nuestra realidad y la de todos ha sufrido transformaciones esenciales y me creo que no precisamente para bien.

Apreciar nuestro entorno, las personas, los hábitos, las costumbres, un concepto válido sobre lo que una vez se calificaba como amistad, resulta en estos momentos bastante complicado. Conformémonos con mencionar algunos nombres.

Mirar en la distancia otros tiempos y cotejarlos con los actuales nos obliga a sentir en el rostro, alma y sentimientos, un dejo de tristeza, frustración y desamparo.

Uno se pregunta, con melancolía, hacia dónde partieron esas personas en las que depositábamos nuestra confianza, nuestra intimidad.

Confrontamos, es cierto, cambios y transformaciones profundos. En el alma nos resta desazón, tristeza, y nostalgia. Son los tiempos, es lo único que podemos alegar en estos momentos tan opacos, tan grises y desconcertantes.

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