Cuando, de vez en cuando, se me cruza en el camino la película “Pay It Forward” , luego de la reglamentaria búsqueda que hacemos con el control remoto en esos limitados momentos de ocio, me asalta la esperanza de que otros, al igual que yo, tengan ese encuentro cercano con un mensaje excepcional que puede hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.
Si todos tuviéramos un poco de ese niño que imagina un curioso sistema para mejorar el mundo, haciendo favores desinteresadamente, y yo le agrego “de manera indiscriminada”, la convivencia en nuestra sociedad sería diferente, con menos personas malhumoradas y agresivas que salen a las calles viviendo a la defensiva y la ofensiva…
Atrás hemos dejado la amabilidad, cordialidad, alegría y deseos de compartir.
El común de la población sale, cada mañana, con el miedo a los tapones, la delincuencia y los locos que andan sueltos sin vacunar, como dice una querida amiga… el estrés se ha anidado en nuestra sangre porque vivimos con la presión de hacer, tener y ser, muchas veces, personas que no somos ni seremos… y vamos dejando de lado la verdadera esencia del ser humano, esa naturalidad que nos permite disfrutar el día a día dando gracias por las pequeñas y grandes cosas que se nos cruzan en el trayecto.
En fin… si cada día saliéramos de nuestro hogar siendo naturales con la intención de hacer más agradable la vida del otro, y por ende la nuestra, otro gallo cantaría… estamos a tiempo, en estos días que la algarabía de la Navidad nos cambia la rutina, de ser mejores personas… que tu meta de fin de año esté encaminada a dar lo mejor de ti, y por qué no, inicia tu propia cadena de favores.