Estudiantes llegan con problemas de lectura a universidades élites

Cada vez más estudiantes llegan con problemas de lectura a las universidades de élite de Estados Unidos

Cada vez más estudiantes llegan con problemas de lectura a las universidades de élite de Estados Unidos

Alumnos de universidades élites expresan sentirse abrumados por el volumen de lectura. Fuente externa

Desde su llegada a la Universidad de Columbia en 1998, Nicholas Dames, profesor de literatura y humanidades, ha observado un cambio radical en sus estudiantes. Donde antes había jóvenes dispuestos a sumergirse en textos completos y a analizar cada detalle en obras, hoy se encuentra con alumnos que, desde el primer día, expresan sentirse abrumados por el volumen de lectura.

“Mis estudiantes parecen desconcertados con la idea de terminar varios libros en un semestre”, comenta Dames en The Atlantic. Este fenómeno, que al principio le resultaba inexplicable, se ha convertido en una constante y es compartida por muchos de sus colegas en las universidades de élite de Estados Unidos.

La inquietud va más allá de Columbia: Anthony Grafton, historiador en Princeton, subraya que sus estudiantes llegan al campus con un vocabulario limitado y una comprensión del lenguaje inferior a la de generaciones anteriores, lo que los deja poco preparados para enfrentar los retos de la educación superior, remarcó en The Atlantic.

Con el inicio de programas federales como No Child Left Behind y Common Core, se priorizó la enseñanza de textos informativos cortos y la preparación para pruebas estandarizadas, reduciendo la exposición de los estudiantes a obras literarias extensas.

Como resultado, los maestros de muchas escuelas abandonaron el hábito de asignar libros completos, optando en su lugar por fragmentos de textos, artículos de noticias y poesía breve que permiten evaluar habilidades específicas, como identificar la idea principal y realizar análisis rápidos.

Mientras los alumnos de escuelas privadas llegan con más exposición a obras completas, los de escuelas públicas a menudo carecen de la base para soportar el ritmo y la profundidad de lectura que exige la universidad.

Redes sociales y concentración

La irrupción de los teléfonos inteligentes y las redes sociales ha transformado la manera en que las nuevas generaciones se relacionan con la lectura y el aprendizaje. Daniel Willingham, psicólogo en la Universidad de Virginia, explica que la constante exposición de los jóvenes a notificaciones, videos breves y actualizaciones rápidas ha alterado la forma en que se percibe el valor de la atención sostenida. “Aburrirse se ha vuelto antinatural”, afirma. En este entorno, la lectura de un libro no puede competir con la inmediatez y la estimulación constante que ofrecen aplicaciones como TikTok, Instagram y YouTube.

Los estudios reflejan el cambio en los hábitos de lectura de los jóvenes. En 1976, alrededor del 40 % de los estudiantes de último año de secundaria en Estados Unidos leía al menos seis libros por placer cada año, mientras que sólo el 11,5 % no leía ninguno. Para 2022, estos porcentajes se habían invertido: sólo el 11,5 % leyó más de seis libros al año, mientras que el 40 % no leyó ninguno. Este descenso en la lectura prolongada muestra cómo los hábitos de consumo digital han moldeado una preferencia por contenidos breves y de fácil acceso.

Los dispositivos digitales, además, siguen presentes cuando los jóvenes llegan a la universidad, donde continúan interfiriendo en su habilidad de concentración. La distracción constante afecta su capacidad de leer de manera continua, dificultando no solo la comprensión del texto, sino también la posibilidad de establecer conexiones profundas y reflexivas que enriquecen el aprendizaje universitario.

Cómo enfrentar la falta de lectura

Frente al declive en las habilidades de lectura profunda, los docentes universitarios se han visto obligados a ajustar sus programas de estudio para acomodarse a un estudiantado que ya no tiene la costumbre ni la capacidad de completar volúmenes extensos.

La profesora Victoria Kahn, quien enseña literatura en la Universidad de California en Berkeley desde 1997, recuerda que solía asignar 200 páginas por semana. Sin embargo, ante la realidad de que muchos de sus alumnos encuentran difícil seguir el ritmo, ha reducido sus asignaciones a menos de la mitad.

Aunque el ajuste de la carga de trabajo les brinda una oportunidad de comprensión más profunda, algunos educadores temen que la reducción de lecturas pueda limitar la capacidad de los estudiantes para formar un vínculo genuino con la literatura.

El contraste entre la educación pública y privada

La disparidad en la preparación lectora entre estudiantes de escuelas públicas y privadas se ha convertido en un fenómeno evidente en las universidades de élite de Estados Unidos. Mientras que en muchas escuelas públicas se ha reducido drásticamente la lectura de libros completos a favor de fragmentos y textos informativos, las escuelas privadas han sido más reticentes a abandonar la literatura extensa en sus planes de estudio, aunque también han sentido los efectos de las políticas educativas que priorizan habilidades evaluables en pruebas estandarizadas.

Incluso en las escuelas privadas, que históricamente han ofrecido una educación más enfocada en las humanidades, esta tendencia ha comenzado a hacer mella.

Así, esta diferencia en la preparación de los estudiantes ha comenzado a generar una desigualdad estructural dentro de las mismas aulas universitarias. Aunque la educación privada ha empezado a ser alcanzada por la tendencia a reducir la carga de lectura, su permanencia en el uso de libros completos les permite ofrecer un acceso diferencial a la formación académica.

La disparidad en la exposición a los libros completos entre los estudiantes de escuelas públicas y privadas ha intensificado las desigualdades académicas dentro de las aulas universitarias. Mientras que los alumnos de escuelas privadas aún cuentan con una base lectora algo más sólida, los estudiantes de escuelas públicas llegan sin la preparación adecuada, enfrentándose a una brecha en las habilidades que los docentes intentan reducir, con resultados inciertos.

La pérdida de la lectura profunda implica una merma en la capacidad de desarrollar el pensamiento crítico, la empatía y la autorreflexión, habilidades que no pueden sustituirse por fragmentos breves o lecturas superficiales. Al final, lo que está en juego es mucho más que el rendimiento académico: es la supervivencia de una tradición cultural que conecta a los estudiantes con las grandes ideas y logros de la humanidad.

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