Burocraticemos… solo un poco
Antes de iniciar este artículo hago la salvedad de que, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Dicho esto, empecemos a burocratizar… solo un poco.
“La burocracia destruye la iniciativa. Hay pocas cosas que los burócratas odien más que la innovación, especialmente la innovación que produce mejores resultados que las viejas rutinas”.
Hace poco leí esta frase del conocido escritor estadounidense Frank Herbert. Me puso a reflexionar sobre el concepto de burocracia y el impacto que ha tenido en los procesos políticos y sociales, no solo de los países de América Latina, sino del mundo.
Esta palabra fue introducida por primera vez en el ámbito político por Jean Claude Marie Vicent de Cournay, póstumo a la Revolución Francesa, quien escribió: “tenemos una enfermedad en Francia que seriamente intenta obstaculizar nuestros esfuerzos. Esta enfermedad se llama buromania”… al finalizar esta lectura, me contuve las ganas de decir, “amén”.
En países como el nuestro, este concepto cargado de procesos, reglas, estructura, etc. Obstruye, entorpece y limita la libertad de crear, de innovar y de desarrollarnos como país.
En teoría la función de la burocracia en el Estado está relacionada con el cumplimiento de los deberes ciudadanos o públicos. El Estado es el medio que implementa la obligación de respetar los derechos ciudadanos y de ejecutar las políticas. Sin embargo, el desapego de las obligaciones estatales, ha servido de trampolín para la aparición de formas administrativas para un Estado excluyente y autocrático.
Se ha discutido sobre el error de implementar la burocracia tal cual, como una administración que crea tramites estúpidos que aplaza innecesariamente la ejecución de tareas y funciones. Sin embargo me ha costado entender que no existe burocracia desarraigada al quehacer de la organización. Esta enfermedad es funcional y subordinada, nunca indiferente del poder donde opere.
La burocracia no es un ente con vida propia. Hacerla desaparecer para restablecer la forma de “todo el mundo haga lo que quiera”, liquidaría el Estado de todos, para intentar crear un Estado de Pocos. Siempre y cuando sea una burocracia real, y regida por el bienestar de todos por igual.
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