Brutalidad policial

Brutalidad policial

Brutalidad policial

La Policía es, definitivamente, un caso perdido. Ríos de tinta, arengas, compromisos y alocuciones desde antes de la instalación de las actuales autoridades nacionales parecen haber caído en las profundidades insondables del océano.

El viejo relato de los intercambios de disparos ha sido incorporado desde hace décadas al perfil de este cuerpo armado, depositario de la fuerza bruta del Estado en lo que concierne al orden público, y por incorregible y antiguo, asimilado por la opinión pública como vicio consustancial con la Policía.

Ahora asoma una nueva forma de la brutalidad policial: las golpizas.
La segunda muerte de una persona bajo control policial en menos de veinte días, esta vez en el Distrito Nacional, en un tiempo en el que muy pocos hechos pasan desapercibidos debido a la profusión de instrumentos de comunicación social a través de la internet, es un lamentable indicio de que el primero, ocurrido en San José de Ocoa a mediados de abril, no fue un hecho aislado.

Si hasta ahora ha resultado imposible erradicar de nuestra Policía Nacional el vicio de los intercambios de disparo, sería lamentable que a este se le agregue el de las golpizas contra personas detenidas.

Bastante tenemos ya con el temor de que la barbarie termine por imponerse del otro lado de la frontera.
El pasmo con tiempo, decían nuestros mayores, tiene remedio.



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