NUEVA YORK — Cuando los teatros de Broadway finalmente reabran, al menos una fanática de los musicales acudirá. Pero lucirá un poquito diferente.
“Usaría máscara y guantes”, dijo la actriz Emily Hampshire, estrella de “Schitt’s Creek” y gran admiradora de “Hamilton”. “No creo que podamos olvidar lo sucedido por mucho tiempo”.
El COVID-19 ha sacudido a los adeptos al teatro y cerrado todos los recintos de Nueva York, incluyendo en Broadway, que amasó 1.800 millones de dólares la temporada pasada y atrajo a un récord de 15 millones de espectadores. Cómo Broadway — una de las joyas de la ciudad — reabrirá todavía no está claro.
¿Se mantendrá cada asiento de por medio vacío? ¿Se medirá la temperatura a los asistentes? ¿Será obligatorio el uso de máscaras? ¿Estará abierto el bar? ¿Habrá limpiezas profundas entre una y otra función? ¿Más acomodadores? ¿Más salidas? ¿No habrá espectáculos hasta que exista una vacuna?
Productores y grupos laborales discuten varias opciones, pero algo que el sindicato Actors’ Equity Association destaca es que la comunidad de Broadway tiene una sola oportunidad para get it right.
“Tenemos que ser realmente cuidadosos sobre cómo empezamos a regresar”, dijo Mary McColl, director ejecutivo de la asociación, que representa a más de 51.000 actores y directores de escena.
“Si pisamos mal y hacemos algo demasiado pronto cuando no hemos descifrado todas las ramificaciones, y sale mal y la gente se enferma debido a eso, eso va a poner a toda la industria en una situación complicada por mucho tiempo”.
Los teatros de Broadway cerraron abruptamente el 12 de marzo suspendiendo todos los espectáculos — incluídos 16 que todavía estaban por estrenarse — y posponiendo indefinidamente la ceremonia de los premios Tony. Los productores, citando a las autoridades sanitarias y municipales, han extendido el cierre por lo menos hasta el 7 de junio.
Las exigencias financieras de los espectáculos de Broadway no favorecen mantener asientos vacantes adrede. El costo de operaciones promedio de una obra es de unos 300.000 dólares por semana, y el de los musicales de unos 590.000 dólares.
El sentido común es que muchos shows pueden cubrir los gastos aun con el 50% de sus ingresos potenciales — siempre y cuando vendan los boletos sin descuento.
Pero conocedores dicen que habrá que ofrecer grandes descuentos si se quiere atraer al público precavido cuando Broadway suba el telón, y eso significa que los teatros necesitarán estar llenos. En ese escenario, algunos productores de teatro percibirían menos dinero que antes.
“No puedo imaginar que los teatros de Broadway funcionen a menos de su capacidad, a no ser que se reduzcan todos los costos”, dijo la productora veterana Robyn Goodman, que esta temprada iba a estrenar una versión reimaginada de “Company” en Broadway. “Sería una tarea monumental, pero la única manera de reabrir”.
Los espectáculos con más probabilidades de sobrevivir seguramente serán aquellos que sean populares y que ofrezcan boletos a precios atractivos. Broadway también dependerá más de los neoyorquinos, pues el turismo representó el 65% de las ventas en la temporada 2018–2019 y el número de visitantes a la ciudad probablemente caiga.
Algunos creadores ya están adaptando e innovando. El dramaturgo Richard Nelson escribió una obra para seis actores diseñada para transmitirse en vivo vía streaming. Otros han llevado sus obras a podcasts o conciertos benéficos y han ofrecido ciclos de canciones en internet.
El cierre frustró los planes del compositor Andrew Lloyd Webber de montar un musical de “Cinderella” («La Cenicienta») en el West End de Londres. Él y su elenco estaban listos para ensayar cuando fueron detenidos por razones de fuerza mayor, el término legal para las circunstancias imprevisibles.
Ahora está pensando volver a una táctica de negocios que usó al principio de su carrera cuando no pudo conseguir apoyo para una versión teatral de “Jesus Christ Superstar” («Jesucristo superestrella»): lanzar primero un álbum con el elenco.
“No es que realmente quiera seguir ese camino, pero la fuerza mayor como que te obliga a hacerlo”, dijo Webber. “No es algo que haya hecho en mucho tiempo, pero puede que sea la dirección que tengamos que tomar”.
La Actors’ Equity Association está repensando casi cada dirección: ¿Cómo se puede agregar más espacio a los camerinos? ¿Qué telas para el vestuario son más resistentes al virus? ¿Cuánta gente tiene que tocar una pieza de utilería en un periodo de 10 minutos y cómo puede limpiarse esa pieza? Contrataron como asesor a David Michaels, quien dirigía la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional bajo la presidencia de Barack Obama.
“Creo que si todos nosotros — toda la comunidad teatral, los productores, sindicatos laborales, artistas, profesionales de la salud pública — unimos nuestras mentes, podremos encontrar una manera en el mediano plazo para lograr que haya actuaciones en vivo”, dijo McColl. “Y en el largo plazo, descifrar cómo llevarlo a algo cercano a lo que era antes».
Broadway podría aprender de la enérgica compañía de teatro experimental del sur de Manhattan The Wooster Group. Si las autoridades municipales exigen distanciamiento social en su sala de 110 butacas, la compañía sin ánimo de lucro obedecerá — sólo que incrementará el número de funciones diarias.
“Somos pequeños y flexibles”, dijo la directora asociada Kate Valk, quien ya está trabajando en una pieza audiovisual sobre la pandemia. “Siento pena por los artistas teatrales que dependen de una producción comercial. Cuanto más grande es la máquina, más difícil de reinventar”.
La Barrington Stage Company en Massachusetts ofrece otro modelo: está reduciendo su teatro principal de 520 butacas a un tercio, incrementando la distancia entre filas y asientos y limpiando a fondo el teatro después de cada presentación. El público tendrá que usar máscaras. También están construyendo entradas y salidas adicionales, y las obras no tendrán intermedios.
Algunos creadores ven una oportunidad de cambio. Una de las más francas es Theresa Rebeck, dramaturga y creadora galardonada de la serie de TV sobre Broadway “Smash”.
Rebeck espera que el cierre pueda corregir inequidades como que algunos productores se lleven una parte demasiado grande de la taquilla. “Terminas con el púbico pagando precios de boletos demasiado altos y con los actores y artistas recibiendo sueldos demasiado bajos”, dijo.
“Hay mucha gente en este momento viviendo al borde del desastre, y esto realmente va a destruir muchas vidas y carreras y no hay manera de fingir que eso no esté sucediendo en este momento”, agregó Rebeck.
Actualmente, quizás se considere más acertado un monólogo que un espectáculo con un gran elenco. Tal vez las puestas al aire libre resulten más atractivas que apiñar a la gente en una sala convencional de teatro.
“Creo que por un tiempo, el teatro lucirá como antes de toda la tecnología que hemos logrado en los últimos siglos”, dijo McColl. “Creo que se reducirá a la narrativa”.