Una ciudad que combina estilos arquitectónicos.
BOGOTÁ, COLOMBIA.-Mucho se ha construido desde que Gonzalo Jiménez de Quesada encabezara la fundación de facto de Bogotá, un 6 de agosto de 1538, al montar un cuartel militar con doce bohíos y una capilla, al que llamaron Nuestra Señora de la Esperanza, en lo que hoy es el Chorro de Quevedo.
Durante cinco días, por una invitación conjunta de la aerolínea Wingo y ProColombia, tuvimos la oportunidad de conocer un poco de lo que ofrece Bogotá a sus visitantes. Y es que es una ciudad que encanta por sus contrastes, su infraestructura y sus habitantes.
Recorrido
Un vuelo corto, sin contratiempos y rápido de Wingo nos depositó en el Aeropuerto Internacional El Dorado y de inmediato mi mente piensa en la leyenda detrás del nombre.
Llegar con luz a las ciudades que visitas es acertado. Solo una parada rápida a dejar las maletas al GHL Hamilton Collection y de inmediato a probar su gastronomía en el Bistronomy By Rausch, pasear por las calles de Usaquén y disfrutar una cata molecular del café San Alberto, cerrando la noche al calor del fuego del restaurante del hotel, pues lo más agradable de esta ciudad es su maravilloso clima, que no subía más allá de los 10 grados.
Día a día
Al día siguiente, la aventura empezó en el Museo del Oro, donde se preservan las colecciones arqueológicas, patrimonio y orgullo de los colombianos, para luego caminar por las calles de La Candelaria, con lugares icónicos como su catedral de la época colonial y el Capitolio neoclásico que flanquea la Plaza Bolívar.
Monserrate fue la siguiente parada. Subimos y bajamos en teleférico y nos tomamos el reglamentario té de coca, pues la presión de la altura -unos 3,152 metros sobre el nivel del mar- a algunos les provocó “mal de alturas”.
Animados bajamos para comer la auténtica comida colombiana del restaurante Casa Vieja y luego hacer la digestión disfrutando del arte plasmado en las paredes de las casas y negocios de las calles de La Candelaria para ser recogidos en la plazoleta del Chorro de Quevedo y terminar la noche al original estilo de Andrés Carnes de Res DC.
El tercer día vimos otra cara de la ciudad. Una más cosmopolita y cultural en lo que describimos como un circuito de arte. Visitamos el Museo de Arte Moderno y pasamos por la Plaza cultural la Santamaría, el Planetario y algunas galerías en el sector de San Diego.
El arte despertó nuestro apetito y tuvimos la dicha de almorzar en Misia by Leo, uno de los restaurantes de la reconocida chef Leonor Espinosa, galardonado como uno de 50 mejores de América Latina.
Luego, nuestros anfitriones nos regalaron unas horas libres, bajar la adrenalina y cambiarnos para, de inmediato, cenar en Criterión. Sí, uno de los restaurantes de Jorge Rausch Wolman, el jurado de Master Chef Colombia.
El último día
Cerramos nuestra visita a Bogotá con un día más vivencial. Conocimos el mercado Paloquemao, disfrutamos de sus bellas flores, probamos más platos típicos y muchas de sus frutas, las cuales definí como exóticas, de la mano de Juliana Salazar de @foodiescolombia y terminamos en su estudio preparando un ajiaco, sopa típica a base de pollo y variedades de papa.
En ese día, nublado y lluvioso, nos robamos unas horas para comprar “lo que nos queríamos llevar de Colombia”, caminar por las calles en hora pico y seguir tomando fotos y más fotos.
Esto último lo hicimos todo el viaje, más mis compañeros Isaac Ramírez y Elín Capellán.
Nuestro día vivencial se acercaba al final. La última parada fueron las clases de salsa personalizadas para nuestros pies izquierdos que recibimos de Germán David Ortiz de @colombiamusictours para luego volver a recuperar las calorías quemadas con la parrilada de Galería Café Libro.
Al día siguiente tocaba partir y la conclusión final fue que Bogotá es una ciudad para conocer en muchas visitas.
Lo que se debe saber
—1— Composición
La ciudad se divide en 20 localidades, donde se agrupan más de 1900 barrios del casco urbano, salvo la localidad rural de Sumapaz.
—2— En las alturas
Bogotá está delimitada por un sistema montañoso en el que se destacan los cerros de Monserrate y Guadalupe. El primero es visita obligada y se accede por un sendero peatonal, teleférico o funicular.
