El Senado de la República ofreció la semana pasada una fehaciente demostración de que no representa a la población que le dio su voto.
No porque desaprobara reconocer un 4% del PIB para la educación (ese es su derecho), sino por la forma en que lo hizo, mostrando un desprecio absoluto a la opinión pública en dos relampagueantes sesiones de urgencia que más bien sonaron como bofetadas institucionales.
Hoy le toca a la Cámara de Diputados su turno. ¿Qué se puede esperar? Yo, particularmente, espero poco, por no decir nada. Ello así por la composición partidaria de esa rama legislativa, donde los dóciles oficialistas también cuentan con la mayoría.
Queda solamente, como última esperanza, el recurso de Amparo interpuesto por las organizaciones cívicas ante la Justicia para que se declare ilegal el Presupuesto si no incluye el 4% mentado. Pero aún suponiendo que los jueces del Amparo fallen a favor del 4%, quedaría por verse si el Poder Ejecutivo acataría esa sentencia.
No sería la primera vez que el Ejecutivo incumple la ley. Y no pasa nada. Lo malo es que nos estamos acostumbrando a recibir bofetadas.