El hecho de que hoy recordemos un acontecimiento como la Batalla del 30 de Marzo o Batalla de Santiago, constituye un punto de frontera, más que un acontecimiento histórico, aunque también tenga ese valor.
Hablamos de que es una referencia fronteriza porque enseñó a los dominicanos a emplearse a fondo, en el campo de batalla, contra la dictadura haitiana, el oprobio e irrespeto de los derechos humanos y con la que hubo otro despertar, a sangre y fuego, por la libertad.
Ese final tuvo sus consecuencias. Se trató de uno de los acontecimientos que llevó el luto y la sangre a importantes familias y hogares dominicanos.
Tenemos que sentirnos, todavía hoy, en deuda con aquellos pioneros que tomaron en su momento la decisión correcta de enrumbar a República Dominicana por el camino de la soberanía y afianzar sus libertades.
Podemos afirmar que República Dominicana tiene un legado democrático que se afianza y avanza con los años, pero todavía hay que seguir insistiendo en fortalecer las instituciones y los valores cívicos en los ciudadanos, para pasar a un periodo donde prime el imperio de la ley y el respeto a la Constitución.
Las nuevas generaciones son herederas del triunfo de aquella batalla, posterior a la Guerra de la Independencia Dominicana y que se libró el 30 de marzo de 1844, en Santiago.
Hoy conmemoramos el 178 aniversario de ese acontecimiento. El general José María Imbert, al mando de una parte del ejército del Norte, se creció como héroe nacional. Esperemos que nuestro presente nos lleve a un futuro luminoso, con apego a las leyes, y con el respeto y el homenaje de agradecimiento eterno a los forjadores de nuestra Independencia.