Barbados, pequeña isla de 430 kilómetros cuadrados, menos de 300,000 habitantes y PIB de US$6,600 millones, se independizó del Reino Unido en 1966 y forma parte de la Mancomunidad Británica, cuyos valores incluyen que en las democracias el poder soberano corresponde al pueblo, el imperio de la ley con debido proceso y el respeto a las libertades públicas y los derechos humanos.
La antigua colonia azucarera es hoy muy próspera gracias al turismo, servicios financieros y una modesta industria petrolera. Su Gobierno lo encabeza la presidente del Partido Laborista, Mía Amor Mottley, de 59 años, quien aboga por desligarse de Londres para establecer una república parlamentaria.
Pese a su economía sólida, el 80 % de su poca tierra sigue dedicada a la caña de azúcar, que apenas emplea poco más de 400 personas y genera menos de 1 % del PIB. Hace pocos años su déficit de cuenta corriente superó el 16 % del PIB y la deuda gubernamental frisaba el 90 % del PIB. Pese a su pequeñez, Barbados ha pretendido liderar al Caribe inglés y fue de los fundadores de Caricom.
En esa guisa, Bridgetown ha sido sede de esfuerzos diplomáticos para resolver la usurpación del poder por Nicolás Maduro en Venezuela, que sólo han servido para legitimar esa dictadura. Es vergonzoso que Mottley, en una audaz insolencia impropia de una líder democrática, justifique la ilegítima permanencia
de Maduro en el poder y sugiera que Estados Unidos chancee a los verdugos y narcotraficantes venezolanos. ¡Qué contraste con el consecuente apoyo dominicano al rescate de la democracia en Venezuela!