Al diputado Juan Hubieres sus colegas le sacaron todos sus trapos sucios del pasado, para desacreditarlo, después que él rechazó y devolvió 430 mil pesos que la Cámara Baja le asignó igual que a cada uno de ellos- en efectivo y en naturaleza, supuestamente para hacer obras de bien en la Navidad.
Debo decir que el señor Juan Hubieres no es santo de mi devoción, pero sería mezquino regatearle mérito a su actitud cuando rechaza una inmoralidad tan grande como la que han aceptado los diputados en masa, que en total se embolsillan unos 220 millones de pesos. En este caso apoyo a Hubieres ciento por ciento.
Otro episodio igualmente escandaloso es el del Ayuntamiento de Santo Domingo Este, donde sus treinta y tres regidores pretenden autoasignarse (si no lo han hecho ya) 153 millones de pesos al año, disfrazados bajo diversos rubros nada justificados.
¿No es esto corrupción? ¿No resulta vergonzoso ese dispendio en un país tan necesitado de recursos para atender necesidades prioritarias?
No sé por qué me viene a la mente la expresión aves de rapiña y acudo al diccionario, cuya definición para rapiña señala a alguien que arrebata con astucia o violentamente algo que no es suyo. Entonces llego a la conclusión de que el término aves de rapiña es un poco injusto para estas aves, que en realidad no hacen más que cazar como modo de subsistencia.