Es común confundir el amor propio o la autoestima con el ego. Ser conscientes de lo que somos capaces de hacer y de nuestro valor no quiere decir que tenemos carta blanca para actuar con arrogancia, egoísmo y soberbia.
Si bien es cierto que debemos crear una autoestima sólida y cuidar de nosotros mismos si queremos sentirnos emocionalmente sanos y plenos, debemos tener claras las diferencias entre egocentrismo, arrogancia o narcisismo y la autoestima o amor hacia uno mismo.
Cuando actuamos desde el ego, lejos de expresar una sana autoestima, vamos alimentando nuestro aislamiento.
Desde el ego, tendemos a culpar a los demás de nuestros fracasos y no somos capaces de reconocer ninguna responsabilidad o admitir ningún fallo.
Esto suele ser debido a que, en realidad, los que actúan de esta manera están llenos de inseguridades y no son capaces de admitirlo, ni a los demás ni a ellos mismos.
A todos nos ha tocado ver o tratar personas que dan la sensación de tener una alta autoestima. Se trata de hombres y mujeres que, aparentemente, tienen una concepción alta de sí mismos y se muestran felices.
A esto, los especialistas le llaman “falsa autoestima” y quienes la padecen suelen confundir lo que es vulnerabilidad con debilidad. Son ese tipo de personas que no se dan oportunidad de cometer un error y piensan que mostrar debilidad es de personas frágiles.
En una ocasión leí que “alguien con un ego elevado considera que sus creencias son las únicas ciertas, por lo que no se detiene a reflexionar mucho sobre ellas o sobre lo que los demás puedan decirle al respecto”.
Lo lamentable de estos casos es que -como se creen “portadores de la verdad absoluta”- no son muy dados a reconocer que necesitan ayuda y, por ende, no la buscan.
Tenemos que recordar que el primer paso para mejorar es reconocer que necesitamos ayuda y con humildad aceptarla.