Muchos de los conflictos sociales y políticos de los que hemos sido testigos en los últimos años evidencian la carencia de mediadores en el país.
La cultura del diálogo ha sido suplantada por la de la confrontación, la ofensa y el extremismo.
La sociedad dominicana se ha ido quedando sin mediadores o sin voces con la autoridad para hacerse escuchar de todos.
En el pasado tuvimos mediadores de alto nivel, como lo fueron monseñor Agripino Núñez Collado o el fenecido Freddy Beras Goyco.
También existían las figuras de reconocida autoridad hasta por sus detractores, como por ejemplo el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez o Rafael Herrera Cabral.
Se nos ha dificultado firmar pactos, incluyendo aquellos que como el eléctrico se ha logrado consenso. Permanece estancada la revisión del Código Laboral, el Pacto Fiscal ni se ha iniciado.
Los conflictos sociales se convierten en espacios para sordos, donde se ha llegado al extremo de tener la mentira como arma discursiva.
República Dominicana necesita retomar su vocación al diálogo, de construcción de consensos sociales, del respeto y de la superposición del interés colectivo al individual.
Nos abocamos a un proceso electoral en el que ha sido descalificado hasta el árbitro natural, lo que garantiza le llegada de una crisis política que puede extenderse a crisis social a menos que nos reencontremos con la vocación al diálogo y a la concertación.
Carecemos de concertadores y de las voces con autoridad, pero mientras éstos aparecen impongamos la racionalidad.