El Estado dominicano realiza grandes inversiones en el deporte atendiendo a un mandato constitucional y como parte de la estrategia para el desarrollo integral, aunque como en casi todas las áreas se requiera aún más recursos.
El deporte recreativo y competitivo forma parte de la cotidianidad, además de ser un gran instrumento para fomentar valores, combatir el ocio y mantener la salud.
El centro de la política deportiva del Estado debe ser el atleta y el énfasis de las mismas debe ser la masificación.
La participación de nuestros atletas en competencias internacionales lleva alegría a una población que suele unificarse en torno a sus grandes íconos.
Pero para llegar a esos escenarios se hace necesaria la práctica masiva de las diferentes disciplinas.
También debe mirarse a la escuela como espacio esencial de la práctica deportiva y producción de atletas de alta competición para vincular la educación con el deporte.
Así esta actividad se convierte en un incentivo adicional para que niños y adolescentes permanezcan en la escuela.
La dirigencia deportiva debe tener el compromiso de que el prisma se mantenga sobre los atletas y evitar cualquier acción que distorsione o desvíe esa prioridad.
El Gobierno tiene la obligación de velar porque la inversión estatal en el deporte no se desvíe de la promoción del atleta por ser este el principal sujeto de la política del Estado en esa área de la actividad humana.
