Asunto de seguridad

La devolución a su país de dos hombres señalados como “pandilleros haitianos” es apenas el más reciente incidente en el trato entre los dos países, que a pesar de las cifras semanales de la Dirección General de Migración, parecen haber hallado el acomodamiento que le impone el tiempo a todas las cosas.

Atrás han quedado las diferencias alrededor del río Masacre, las incomodidades causadas por la captura de información biométrica y las diferencias en el comercio de productos en los mercados binacionales.
De acuerdo con las autoridades dominicanas, la pareja de supuestos pandilleros eran parte de una de las bandas más agresivas, con su centro de operaciones al este de Puerto Príncipe y, por este hecho, en las cercanías con la frontera entre los dos países.

A pesar de la aparente baja en la intensidad de las actividades de estos grupos irregulares, Haití sigue siendo un lugar muy inseguro, como lo demuestran las operaciones de este fin de semana, con decenas de bajas entre civiles.

La detención de estos individuos, reclamados por las autoridades policiales haitianas, es una medida saludable.

Si los que se enrolan en estos grupos y siembran la violencia y la inseguridad al otro lado de la frontera llegan a sentirse seguros al cruzar a esta parte, los esfuerzos en los que se encuentra empeñada la comunidad internacional para ayudar a los haitianos a salir del atolladero se volverán sal y agua.

Y lo peor, los dominicanos terminaríamos atrapados y convertidos en terreno de maniobra en las actividades criminales de las bandas, particularmente por la facilidad con que es traspuesta la frontera, a juzgar por las cifras de detenciones de dominicanos dedicados al tráfico de haitianos dadas por el Ejército.

El territorio dominicano debe seguir siendo un lugar inseguro para el haitiano de las bandas, y en ello debe haber la más amplia colaboración.