Con relación a la génesis y desarrollo de la antropología física en República Dominicana, se puede afirmar con claridad meridiana que esta no ha tenido el resultado esperado; no ha tenido una demanda social naciente en el marco del contexto universitario estatal y del proceso institucional, pasado y presente del Museo del Hombre Dominicano.
Allí no hay nada. Pero, en el ámbito forense, la reflexión y la práctica, ahora constituye un reto de tomar una verdadera posición política que contribuya a la construcción de un nuevo proyecto de sociedad: los movimientos sociales y la rauda y ascendente violencia política necesita un telón de fondo como la antropología forense para una justicia que debe contar con el auxilio de científicos experimentados. Tampoco aquí no hay nada, pues, el INACIF-RD nunca ha tenido antropólogos forenses.
Ni uno solo, desde su creación, en 2004 (la ley surgió en el 2008).
¿Qué es, pues, la antropología físico-forense? Es la ciencia por la que podemos construir la verdad social, en el plano más general posible. Como una memoria histórica, a veces. La primera vez que escuché el término de “físico-forense” en el contexto antropológico fue por la necesidad social de investigar científicamente crímenes cometidos por el Estado, con ocultamiento de cuerpos, y no crímenes cometidos por particulares como consecuencia de la delincuencia común.
Es decir, como la construcción de un nuevo modelo de investigación social. El importante potencial metodológico de la herramienta que es la antropología física-forense, actualmente se ocupa de la reconstrucción de las memorias de los diversos conflictos armados, así como también en la ubicación y rescate de personas desaparecidas, que fueron ocultadas por sus victimarios en fosas comunes, cementerios y ríos como tumbas, precisamente con el objetivo de interrumpir procesos sociales como la justicia, la verdad y la memoria colectiva.
Nuestra República Dominicana no es así del todo, pero debe estar preparada. ¡También tener cuidado! Que la antropología forense corre el grave peligro de ser utilizada en beneficio de objetivos estatales que buscan ocultar la verdad de los hechos de la violencia social y política.
A la antropología física-forense le atrae el poder, los discursos de quienes los detentan, convirtiendo al antropólogo en un actor político, y no reconociendo el tremendo valor que éste representa para que pueda construirse una verdad judicial, y además una memoria, para que no se olvide lo sucedido.
En Latinoamérica, la antropología forense, específicamente, surgió en 1984, en Argentina, con la creación de Equipo Argentino de Antropología Forense, la cual se crea con el objetivo inicial de entender y recolectar las evidencias sobre la desaparición en ese país. Contó con el apoyo de Clyde Snow, un antropólogo forense norteamericano, que marcó una pauta en las investigaciones antropológico-forenses a nivel mundial. México ha hecho grandes aportes al tema.
Esperamos, ahora puedan imaginar el largo camino que le espera a la nueva asociación de antropólogos y profesionales afines que van a impulsar el estatuto científico de la ciencia más idónea para la identificación del individuo y el descubrimiento de los objetos y artefactos del lugar del suceso.
La antropología es una frontera, un horizonte, no es exactamente una ciencia.